Cubillas Fontán tiene doble rostro. En uno no es más que un chef convertido en jefe de seguridad del Gobierno; en el otro es un terrorista camuflado en suelo venezolano.
Era un sábado de agosto de 2008. El estacionamiento de un centro comercial de Caracas había sido señalado como el punto de encuentro. Xavier Atristain y Juan Carlos Besance, jóvenes integrantes del comando Imanol de ETA, se acercaron a un vehículo todoterreno aparcado en el lugar. Detrás del volante, un hombre de tez blanca, robusto y alto funcionario del gobierno de Chávez les esperaba. A su lado se encontraba Lorenzo Ayestarán, veterano pistolero que la agrupación terrorista vasca rescató del retiro para poner fin a la inoperancia de los nuevos activistas.
Los cuatro irregulares emprendieron camino hacia las costas venezolanas. Tras un viaje de aproximadamente dos horas, arribaron a una vivienda donde un sujeto, identificado como Mendinueta, les dictó durante un par de días un cursillo de electrónica para fabricar artefactos explosivos. El mismo conductor de aquella camioneta de la capital los recogió luego para iniciar un largo trayecto hacia el corazón de la selva venezolana. Terminado el aprendizaje teórico, era momento de la práctica.
Fueron diez horas de camino. «Golfo» y «Fenómeno», alias del par de etarras en entrenamiento, transcurrieron a ciegas el último trayecto. Llevaban sus ojos tapados cuando se detuvieron en un pequeño poblado a comprar víveres para varios días y encontrarse con otras cinco personas que en una zona enmontada conocerían sobre armas y bombas. Aún los tenían descubiertos cuando su acento extranjero y sus pertenencias -entre ellas dos mil euros en efectivo- coparon la curiosidad de los policías apostados en dos alcabalas de seguridad.
Pero su salvoconducto resultó infalible. El carné que identificaba al conductor disuadió a los funcionarios. Quedaron libres sin retraso gracias al transportista. El documento, certificado oficialmente, lo identificaba como jefe de Seguridad del Instituto Nacional de Tierras. Su nombre coincidía con el del etarra más mencionado de los últimos tiempos: José Arturo Cubillas Fontán.
¿Chef o terrorista?
Pero el nacionalizado venezolano, de 46 años, ha tenido escasos defensores ante la letanía de autos, reportajes de prensa y testimonios que lo vinculan al terrorismo internacional.
Ni siquiera sus presuntos protectores políticos, como Jaua, Loyo o el mismo presidente Hugo Chávez, han cerrado filas para rechazas las acusaciones. Apenas el jefe de Estado ha calificado lo expedientes de la Audiencia Nacional como una andanada más de la ultraderecha española. La Defensoría del Pueblo lo amparó en 2003 como “perseguido” de la política europea.
Los 21que lleva en Venezuela son una incógnita. Pero existen algunas pistas de su proceder. Incluso su arribo al país es un acertijo. No existe ningún documento que certifique el acuerdo suscrito entre España y Venezuela.
“No hay nada escrito de ese acuerdo. Felipe González me llamó por teléfono y me preguntó si podíamos recibir un avión con unos vascos que querían mandar. Lo consulté con el presidente Carlos Andrés Pérez, que dijo que sí, y luego llegaron en un avión del Gobierno”, cuenta Enrique Tejera París, canciller venezolano durante la época en que se acordó el traslado.
En la aeronave estaban Cubillas y otros 10 etarras. Un año más tarde arribó al país gracias al mismo convenio Juan Lorenzo Ayestarán, detenido este año en Francia, acusado de ocho asesinatos y presunto protegido de ETA en Caracas.
Fantasma político
Cubillas es hoy casi una figura mítica, un fantasma que bien pudo o no ser protagonista de las historias que reposan en los actos judiciales de Madrid. En la capital española está sindicado desde hace años.
Durante su juventud se comprobó su militancia en el comando etarra Oker, al cual incluso se le atribuyen tres muertes: el del fracés Joseph Couchot, cometido el 16 de noviembre de 1984 en Irán; el de Ángel Facal Soto, perpetrado el 26 de 26 de febrero de 1985 en Pasajes (Guipúzcoa); y el español Máximo García Kleinte, ocurrido en San Sebastián el 15 de mayo de 1985.
El comando de Cubillas no iba de juegos: prendió fuego a la empresa aceitera Koipe, causando pérdidas materiales valoradas en cientos de millones de pesetas; realizó atracos bancarios; perpetró una veintena de atentados incendiarios, con explosivos y ametrallamiento de camiones, tanto como de empresas de capital francés.
“Oker” terminó siendo el homónimo con el que bautizó en Caracas su bar-restaurant, un lugar descrito como “concurrido y animado” por sus asiduos visitantes.
Aquella denominación era una muestra de que en su “nueva vida” no ocultaría su simpatía con ETA.
Fue en ese lugar donde conoció a Juan Contreras, director del colectivo social Coordinadora Simón Bolívar y uno de los líderes de la izquierda más radical del país. Él describió a Cubillas, en conversación con el diario colombiano El Tiempo, como un hombre tranquilo, gracioso, hacia el que tenía el más profundo respeto.
Ya eran los tiempos en los que la presión mediática le había costado su cargo en otras dos cocinas: la del Centro Vasco y la del Centro Catalán. Ante la impaciencia de sus jefes, debió dedicarse a la venta de libros de la editorial Txalaparta, mientras afinaba su negocio. Pero entonces llegó Chávez al poder y, junto a su compañera sentimental, escaló cargos en la Quinta República.
Una vez cerrado su bar, en 2005, el etarra comenzó a ejercer como responsable de la seguridad del Ministerio de Agricultura, donde su pareja era la encargada de Prensa. Desde esa etapa a Cubillas se le ha hecho prácticamente imposible mantenerse de bajo perfil. En vano ha intentado eludir el interés de la prensa por los nexos del gobierno revolucionario del presidente Chávez con un etarra fugado de España ha ce 21 años y sindicado por delitos como asesinatos, tiroteos y atracos.
Detenciones a granel
Según consta en la página web del Ministerio del Interior, el etarra Arturo Cubillas, al que la policía española acusa de tres asesinatos, fue detenido en 2002 por agentes de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) en Venezuela por «obstaculización a la acción judicial». Fue puesto en libertad cuatro horas después por no figurar en la lista de los etarras reclamados por la Audiencia Nacional.
En noviembre de 1987 las autoridades francesas detuvieron a Arturo Cubillas y lo deportaron a Argelia, donde permaneció hasta la ruptura de las conversaciones de Argel, en 1989. Expulsado a Venezuela, ha permanecido desde entonces en este país.
Amistades peligrosas
Las autoridades francesas continúan sus investigaciones en Cahan (Normandía) en relación con los tres presuntos miembros de ETA detenidos el domingo.
Los arrestados son el presunto ‘número uno’ de la organización terrorista, Ibon Gogeaskoetxea, Beñat Aguinagalde y un tercer dete
LA VERDAD, Maracaibo (Venezuela), 16/10/2010