Isabel San Sebastián-ABC
- Las armas son un negocio extraordinariamente lucrativo que Sánchez pretende controlar de cerca
Inmediatamente después de las elecciones andaluzas, escribí en este mismo espacio que Sánchez salía de esas urnas herido de muerte y por ende más peligroso que nunca. Para nuestra desgracia, los hechos me dan la razón. El presidente del Gobierno se ha lanzado al asalto descarado de los últimos espacios de poder que escapaban a su dominio, con la desvergüenza añadida de intentar tapar sus manejos inventándose conspiraciones existentes solo en sus delirios.
Nada nuevo hay bajo el sol de este país sujeto al arbitrio de un Frankenstein revanchista, liberticida y empeñado en destruir España. A fin de pagar el peaje exigido por sus socios, orillando los márgenes legales, Sánchez designó fiscal general del Estado a su ex ministra de Justicia, militante socialista y pareja sentimental de Garzón, expulsado de la carrera judicial por prevaricador. También obtuvo el auxilio de Pablo Casado (no sabemos a cambio de qué) para una renovación del Tribunal de Cuentas a la medida de sus necesidades, merced a la cual los condenados por el ‘procés’ catalán se libraron de pagar de su bolsillo unos onerosos avales, sufragados finalmente por la Generalitat; es decir, por los contribuyentes. Suyos a través de lacayos fieles son igualmente el CIS, el CNI, recientemente ‘okupado’ mediante una sucia maniobra orquestada contra su anterior directora general; RTVE; el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, candidato del puño y la rosa vapuleado por Díaz Ayuso en Madrid, y el Tribunal Constitucional, a expensas de la resistencia que decida oponer a su enésima manipulación partidista un CGPJ sujeto a presiones inicuas. Nadie ejerció jamás tal imperio sobre instituciones y entidades presuntamente independientes. Pese a lo cual nuestro líder patrio no se da por satisfecho. Quiere más. Lo quiere todo. Una persona de máxima confianza en el INE, no vaya a ser que alguna estadística desmienta su discurso oficial, y otra al frente de Indra, gigante que con una mano se encarga del recuento electoral mientras la otra fabrica y vende tecnología militar avanzada. Una compañía estratégica cuyos pingües beneficios van a crecer hasta cifras de vértigo tras la decisión de multiplicar la inversión en Defensa, si Podemos da su permiso y nuestros bolsillos soportan una nueva vuelta de tuerca. Las armas son un negocio extraordinariamente lucrativo, que Sánchez pretende controlar de cerca. De ahí el ataque al anterior consejo de administración, culpable de tomar decisiones convenientes para los accionistas. A partir de ahora no hay más interés que el de quien manda; o sea, Sánchez. Porque una vez terminada la cumbre de la OTAN y disipado el humo del incienso, vuelve a enfrentarse a sus batallas internas, su incapacidad para resolver problemas cada vez más graves y la derrota inexorable que le auguran las encuestas. ¿Cómo escapar a ese designio? Llevándose por delante cualquier obstáculo que se interponga entre él y su ambición, empezando por las reglas propias de una democracia.