Olita

Ignacio Camacho-ABC

  • «En principio no tendría que ser un problema grave… si se cubren las vacantes para que la atención primaria no colapse»

Andá, el Covid. Nos habíamos olvidado de él pero él no parece haberse olvidado de nosotros. Y de repente, o no tanto porque los datos empezaron hace unas semanas a ser categóricos, la ministra de Sanidad aparece con la mascarilla cubriéndose el rostro. Cunde una alerta discreta sobre la expansión de una séptima ola, olita más bien porque las nuevas subvariantes de Ómicron no cursan de momento con desenlaces peligrosos. «Pero ojo al verano», advierte al teléfono un jefe de servicio hospitalario. «Se está multiplicando el número de pacientes ingresados. No es alarmante aún y esperamos que no llegue a serlo, el grado de ocupación de UCIs es muy bajo. Sin embargo las vacaciones tienen pinta de traer una multiplicación exponencial del contagio.

Y aunque pensamos que la mayoría de los episodios serán asintomáticos, como poco va a haber mucha gente, la está habiendo ya, tumbada por el ‘trancazo’. En principio no tendría que ser un problema grave… salvo que los permisos del personal y las vacantes sin cubrir provoquen en la atención primaria un cierto colapso. Y las autonomías andan compitiendo entre ellas para buscar médicos y enfermeros a lazo. Te va a sonar raro pero no hay manera de cubrir los puestos necesarios. Es un clamor en la profesión, no sé si faltan incentivos, dinero o agilidad administrativa para contratarlos. O que el trabajo es demasiado intenso y los sueldos demasiado bajos».

Llamada a un epidemiólogo. «Igual no debería decirlo pero en buena medida le hemos perdido la pista al virus. Estamos técnicamente ciegos desde que se ha suprimido en la práctica el seguimiento científico. Si sólo computas la tasa de incidencia entre los mayores de sesenta te quedas sin herramientas para seguir la evolución real de la pandemia. Además, como la sanidad no hace pruebas cada cual se las apaña por su cuenta. Muchos se van a trabajar con síntomas sin saber si están infectados, a veces sabiéndolo incluso, o se hacen un test de farmacia en el mejor de los casos. Y sin datos no es posible conocer la velocidad ni la amplitud del contagio. Entiendo que había que normalizar la actividad, la economía, la vida, pero al menos nos tenían que haber dejado a los especialistas una forma razonable de elaborar estadísticas. Así que no me preguntes qué tasa tenemos estos días; mil por cien mil en la franja controlada, y el resto lo tenemos que calcular o deducir de forma casi intuitiva. Lo que constituye una barbaridad, un dislate, es el trajín de quita y pon de las mascarillas. Hoy las impongo, mañana las suprimo, pasado las recomiendo… y siempre por motivos de índole política».

Tercera consulta. Un dirigente sanitario. «No me consta eso de la séptima ola. Hay una subida importante pero la presión es manejable por ahora. Y tenemos la guardia alta de todas formas. ¿La mascarilla? En interiores siempre ha me parecido una precaución juiciosa…».