Asesinato y dinero

EL MUNDO – 19/04/16 – ARCADI ESPADA

· Yo creo mucho en la doctrina del ministro Montoro. Una persona que haya operado en el offshore del terrorismo no puede dedicarse a la política. Y, sin embargo, ahí está el llamado Otegi, encabezando una candidatura de la izquierda a la presidencia del gobierno vasco y encarnando la peor corrupción de España.

Naturalmente, y por fortuna, las exigencias éticas del Partido Popular no son las mismas que las del partido de Otegi; es más, las exigencias de los votantes del Partido Popular no son las mismas que las de los votantes de Otegi: los votantes de Otegi encarnan la peor quiebra moral de España. El pueblo no aceptaría un exdelincuente fiscal de candidato, pero no tiene mayor problema con un exterrorista. El pueblo es muy suyo, y con su sumisión a Otegi no hace sino legitimar el asesinato como método de acción política.

Pero mi opinión sobre el pueblo tiene poca importancia. El problema grave es que las instituciones españolas no hayan podido evitar que el antiguo miembro de una banda de asesinos se presente a unas elecciones y tenga posibilidades de ganarlas. Es por este tipo de asuntos por los que España presenta una sostenida y crucial intimidad con el fracaso.

Como el exministro offshore, el exterrorista sube hasta el prime time de los medios. «Es noticia», argumenta ese periodismo que se chupa el dedo, al modo del tendero, para contar con mayor facilidad los billetes. Pero son dos prime time muy distintos. Uno sirve para amortajar al exministro y enviarlo a la oscuridad glacial, de donde es improbable que regrese. El otro sirve para dar el pistoletazo (¡oh, oh!) de la campaña electoral del exterrorista.

Al uno lo presentan como un tipo avergonzado, que reconoce sus erratas y sus errores; con él no hay debate posible: prima la doctrina Montoro, y hasta yo mismo estoy de acuerdo. Por el contrario, al exterrorista lo presentan como un hombre opinable; y es que, al parecer, con su caso no hay doctrina. El exministro lamenta su pasado.

El exterrorista lo instala con orgullo en el presente: si quieres debatir, chaval, ése es el marco. El marco que rige de Lakoff a Berkeley y que desova en el refranero: en los medios, lo que no mata, engorda. Una democracia que discute la compatibilidad entre política y asesinato pero que se muestra inflexible ante la incompatibilidad entre política y dinero off es una democracia pintoresca, a punto de virar a lo siniestro.