LUIS VENTOSO, ABC – 30/05/15
· Noticias como las de ayer de Valencia y Valladolid alejan al votante del PP.
La política económica del Gobierno ante la mayor crisis desde 1929 ha sido excelente: un país que era un apestado en semiquiebra hace tres años ha sido reflotado y firma los mayores datos de crecimiento de la UE, además el paro baja, se ha saneado la banca y vuelve el consumo. Ninguno de los partidos en la oposición ofrece hoy mayor competencia que el PP para gestionar la economía, ni defiende la unidad de España con su claridad.
El PSOE no presenta soluciones económicas alternativas ni buenos técnicos. Para valorar sus fórmulas, baste recordar que más del 40% de los andaluces están en riesgo de exclusión social. Ciudadanos es un partido unipersonal, atractivo en su carcasa, pero todavía con poco fondo y cuadros. En cuanto a Podemos, sus planes pasan por gastar sin control, lo que llevaría a una deuda ingobernable y a la imposibilidad de financiarse; además son lesivos para la empresa, que es quien crea los empleos que dan de comer a «la gente».
El PSOE es un partido salpicado por la corrupción, como ejemplifica el tremendo caso ERE. Tiene, como el PP, acusados en juzgados de toda España. Peor aún es lo del nacionalismo catalán, con un sistema institucionalizado de mordidas. España es líder en hurtos en supermercados, un triste indicio de nuestra pasta moral.
Dicho lo anterior, noticias como las de ayer, con la detención del delegado del Gobierno en Valencia y la inhabilitación del alcalde de Valladolid, desmoralizan y asquean al votante del PP. Y es que lo que ha pasado es mucho, demasiado: Matas, ministro de Aznar y presidente de Baleares, está en la cárcel, como Granados, mano derecha de Aguirre; el tesorero del PP era multimillonario en Suiza; la ministra de Sanidad hubo de dimitir por la Gürtel; el partido en Valencia es un lodazal, con Carlos Fabra en prisión y la alcaldesa de Alicante apartada (y hay más); Rato, que fue referente de buen hacer para muchos simpatizantes, va de juzgado en juzgado.
En el final del zapaterismo, cuando el Supremo juzgó a un importante ministro, el público de centro derecha esperaba que la llegada PP supusiese un profundo ejercicio de limpieza y regeneración democrática. Rajoy acaba de aprobar con acierto una reforma que dificulta la corrupción. Pero no ha fregado bien su casa. Ha actuado a rastras de las informaciones, sin hacer bandera de una convicción ética.
Al evaluar las posibilidades del PP se ha hablado del efecto Cameron, de cómo al final se premió la buena gestión. Pero Cameron no arrastraba esa losa. «Robar, roban todos, por la condición humana y porque el sistema lo favorece. Pero para gobernar hay que ser competente, y en eso la derecha le da mil vueltas a la izquierda», me decía ayer un amigo, simpatizante del PP. Consolarse con ese argumento supone una durísima elección moral (o tal vez inmoral). Rajoy afronta algo muy difícil: ¿Qué medidas tomará para recuperar a sus votantes decepcionados y enojados? Y más difícil todavía: ¿Cómo argumentará que él es la persona idónea para ejecutar la renovación y la limpieza? Ya puede ir desempolvando la caja de puros, porque resolver estos enigmas va exigir largas noches de insomnio monclovita…
LUIS VENTOSO, ABC – 30/05/15