Así están las cosas

Del Blog de Santiago González

No se pueden comparar. Los Corleone iban por lo privado

Albert Boadella había explicado hace ya tiempo que “Los Pujol en Sicilia habrían sido los amos”. El informe de la UDEF -¿Qué coño es eso de la UDEF?- que ha servido para la instrucción del juez José de la Mata en que acusa a los nueve miembros de la familia Pujol Ferrusola de constituir una organización criminal, blanqueo de capitales, delitos contra la Hacienda Pública y falsedad documental. ‘La Familia’ se llamaba al clan Pujol, integrado por papá Jordi, mamá Marta y sus siete cabritillos. Boadella adaptó a esta familia a la obra de Alfred Jarry. ‘Ubú, president’ es una versión catalana del Ubú, rey’ de Jarry y el lugar en el que transcurre la acción, Cataluña, es la Polonia de la obra original, es decir “en ninguna parte”. Boadella fue el primero que supo verlo y contarlo. Hay una delirante escena en Ubú, en la que dos niños Pujol arrastran por el escenario sendas maletas que en un momento de forcejeo se abren y desparraman por el suelo montones de billetes.

La familia Pujol, la familia Corleone. Entre estas dos organizaciones criminales hay alguna diferencia: mientras los Corleone constituyeron una banda que intervenía en el ámbito de lo público desde el privado, los Pujol encabezaron las instituciones para enriquecerse. Mi amigo José Antonio Zorrilla escribió un artículo: ‘Parece mentira’, en el que manifestaba su perplejidad ante un catalán “que construyó una nación para esquilmarla”.

Hay otra diferencia: las mujeres de la familia Corleone se afanaban en cuidar de los suyos, en preparar la pasta para la cena, pero se abstenían del convento que ordenaba el trasvase de misales (millones) de una parte a otra. Hubo un tiempo en que todos los Pujol Ferrusola estuvieron imputados, menos uno: Josep, el tercero de los hijos. Este solo hecho era tan portentoso que uno albergaba la certidumbre, de que Pep era adoptado hasta que la Policía le localizó una pasta de origen desconocido en Andorra. Marta Ferrusola es, por otra parte, una mujer de acción, que se tiraba en parapente para que su admirado esposo se la señalara emocionado al público: “Això es una dona!” Tengo para mí que fue Marta la que convenció a su marido para que confesara su condición de defraudador fiscal el día de Santiago de 2014 y que cantara la milonga de l’avi Florenci y la cuenta en Suiza: “hazlo por los chicos, Jordi. No van a meter en la cárcel a un octogenario”.

Treinta años antes, el 30 de mayo de 1984, Pujol era investido ‘president’ en el Parlamento de Cataluña. Desde allí se dirigió en su coche oficial al palacio de la Generalidad, seguido por una multitud, unos 200.000. Desde el balcón de la Plaza Sant Jaume comentó la querella del fiscal general del Estado por lo de Banca Catalana: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. En adelante, “de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos”.

Ellos y la izquierda. La víspera nos había explicado la ética y la moral Manolo Vázquez Montalbán en ‘El País’. ‘Así están las cosas’: “De Pujol se podrá pensar que ha sido un mal banquero, que es de la derecha camuflada o que es feo, pero nadie, absolutamente nadie en Cataluña, sea del credo que sea, puede llegar a la más leve sombra de sospecha de que sea un ladrón”. Así estaban las cosas y así continúan.