Astros y satélites

Nicolás Redondo, EL ECONOMISTA, 8/7/11

El Partido Popular se hace, según indican las últimas noticias, con la Diputación Foral de Álava gracias al apoyo del PSE de Patxi López y a la abstención de IU.

De esta forma, los populares consolidan una posición privilegiada al poseer también, desde hace unos días, la alcaldía de Vitoria. El Partido Nacionalista Vasco ha perdido las Diputaciones de Guipúzcoa y Álava, reduciendo su influencia institucional a Vizcaya, donde tiene la alcaldía de Bilbao y la Diputación Foral, además de algún otro gran municipio anteriormente en manos de los socialistas.

En San Sebastián y en la Diputación guipuzcoana, es Bildu la que gobierna debido a un extraordinario resultado electoral y al desacuerdo de los tres grandes partidos clásicos del País Vasco o, mejor dicho, a la voluntad de los nacionalistas de dejar a los independentistas radicales gobernar para contrastar su capacidad de gestión en las próximas elecciones. En cualquier caso, el Partido Socialista ha sido el más perjudicado electoralmente, perdiendo las alcaldías de San Sebastián, y Vitoria y algunos de los municipios más importantes del País Vasco.

En una situación como la vasca, condicionada por la violencia terrorista y por la falta de libertad de una parte de la sociedad, con algunos partidos del arco parlamentario vasco incapaces de renunciar a su programa máximo y dispuestos a considerar las reglas del juego como algo adjetivo que se puede cambiar a voluntad de las partes, la repetición de escenarios políticos del pasado, en el que no concurrían las mismas circunstancias, es imposible.

Durante años, hemos querido adivinar el futuro dibujando un mapa político con tres esquinas muy definidas: el PNV, el Partido Popular y el Partido Socialista. Es decir, el nacionalismo, la derecha española y los socialistas, deseando que volvieran unos tiempos sin duda complicados y en ocasiones violentos pero comprensibles por la sencillez de las razones de los enfrentamientos, en contraste con un presente que, a juicio de los augures, carece de lógica política y está influido por el terrorismo de ETA, algo que perturba cualquier intento de análisis sereno de la realidad vasca.

Capacidad para no fallar

Pero tal vez estemos empezando a contemplar el futuro, y éste no se repite como un calco. En contra de lo que piensan los nacionalistas del PNV, la organización heredera de Herri Batasuna -y no escribo esto con ningún ánimo revanchista- ha aparecido con una fuerza sorprendente para quedarse.

Confunde deseos con realidades, no será flor de un día. Bildu tiene, para quienes le han apoyado un margen de gracia amplio que sólo dependerá de su capacidad para no cometer errores -sería conveniente que cuando los nacionalistas o quienes no lo somos analizamos ese sector político, tuviéramos en cuenta que sus votantes no esperan lo mismo que nosotros esperamos de ellos- y, desde luego, no están sometidos al desgaste convencional provocado por la pugna política, pues a fin de cuentas son ellos quienes tienen la iniciativa tanto en el mundo nacionalista como en la política vasca en general.

Esto lo comprobaremos en los meses veraniegos en los pueblos del País Vasco, debiendo tener en cuenta que la política realizada en la calle, en sociedades como la vasca, tiene una importancia mayor que en otras sociedades más vertebradas, con reglas de juego más claras y aceptadas por los ciudadanos.

Más allá de instituciones

En cierta medida, la política en la Comunidad Autónoma vasca no reside exclusivamente en las instituciones: se desarrolla y es eficaz también en la calle de una manera y en unas proporciones incomparables a las sociedades de nuestro entorno.

Si todo sigue como hasta ahora, el nacionalismo institucional se verá obligado a acostumbrarse a la presencia de un actor político más nacionalista, más claro y más directo que ellos, de primera magnitud y con grandes posibilidades de competir con ellos en un mundo político en el que la desaparición de ETA no tiene ninguna importancia.

No existen motivos para que la nueva expresión de ETA sea un simple satélite de un PNV anquilosado, un tanto viejo y acomodado para un grupo social, el de los nacionalistas, que se define, como todos los movimientos de liberación o independentistas, fundamentalmente por la acción. Desde luego, sus responsabilidades institucionales pueden darles muchas satisfacciones políticas, tantas como disgustos podamos adivinar que nos puedan dar a los no nacionalistas.

Por otro lado, en el futuro próximo se irá haciendo con todas la expresiones políticas que se sitúan a la izquierda del PSE, comprometiendo a medio plazo al propio socialismo vasco que parece indeciso, sin capacidad de enfrentamiento, sin alternativas globales de naturaleza ideológica o identitarias.

Sus mensajes son creíbles

Por ejemplo, ante el radicalismo de izquierdas de Bildu, trasnochado en cualquier parte del mundo civilizado, nos encontramos con un prestigioso veterano e influyente dirigente socialista que desde la presidencia del Senado dice que él es de los del 15-M, sin que le crean los suyos, sus votantes, ni los otros, los del 15-M, que no le han visto por la acampada.

Ahí radica la ventaja para ellos, sus mensajes y sus profetas son creíbles; los nuestros no, porque solamente quieren beneficiarse del movimiento juvenil sin dar ninguna batalla por las ideas, por los discursos del socialismo democrático.

De la misma manera, ante una visión de la sociedad vasca empobrecedora y enclaustrada hasta la tibetización en los tópicos indigenistas del nacionalismo vasco y dando la espalda al progreso que suponen las grandes infraestructuras previstas, algunos socialistas, presos del síndrome de Estocolmo, optan por buscar puntos de encuentro que son imposibles y no sólo por la presencia de la banda terrorista.

Adversarios

El Partido Socialista de Euskadi puede tener otros dos adversarios de importancia. El primero es el que tiene que ver con el desinterés de los votantes con el partido debido a la política de Madrid, que prima cualquier relación con el nacionalismo vasco y que no ha podido cumplir con las expectativas depositadas en ellos hace dos años, algo que suele suceder con frecuencia porque sabemos que está en la propia esencia de los gobiernos responsables dejar a una parte de quienes les votaron en un estado de frustración.

El segundo enemigo del PSE tiene que ver con la capacidad de atracción que tenga el Partido Popular en Euskadi los próximos años, y creo que será mucha y durante mucho tiempo por sus muy probables éxitos electorales en las próximas elecciones generales.

Este partido beneficiado por la fortaleza del Partido Popular nacional y por tener una claridad de la que otros carecen puede convertirse en el gran contrincante del nacionalismo, o más concretamente, de la expresión política de ETA. En esta alternativa, tan probable como la tradicional, los que mantienen posiciones claras, que defienden a su electorado, renunciando a representaciones universales, y por lo tanto, a su programa político, tendrían todas las de ganar, y estos partidos son Bildu en un lado del cuadrilátero y el Partido Popular en el otro, reservando a los dos grandes partidos tradicionales, el PNV y el PSE, un papel menos lúcido que el representado hasta ahora. Aunque hay que decirlo todo: en sus manos está que ésto no suceda.

Nicolás Redondo. Presidente de la Fundación para la Libertad.

Nicolás Redondo, EL ECONOMISTA, 8/7/11