ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC
- Para borrar los delitos cometidos por Puigdemont ha sido preciso tomar previamente el TC
ES tan groseramente inconstitucional la amnistía que se prepara en las cocinas de Pedro Sánchez con el único propósito de atornillarlo a la poltrona, que están pasando prácticamente desapercibidas las otras acometidas lanzadas por sus huestes contra nuestra democracia. Ataques tan dañinos para el sistema garante de nuestra igualdad y nuestras libertades que resultará harto difícil restaurarlo. El borrado de los delitos cometidos por Puigdemont y demás golpistas constituye una enmienda a la totalidad; un acto absolutamente arbitrario, sin más beneficiarios que los delincuentes agraciados por la medida y el Judas consolidado en el poder, cuya traducción a la práctica es convertir retrospectivamente a los sediciosos en víctimas de un Estado opresor que castigó injustamente a unas personas inocentes. Un sindiós para el cual ha sido preciso asaltar previamente el TC, a cara descubierta, privándolo hasta de la apariencia de imparcialidad al introducir en él a un ministro y una directora general del Gobierno socialista, además de colocar en su vértice al fiscal general de Zapatero que presumió de «mancharse la toga con el polvo» de la negociación con ETA. ¿Alguien espera que ese órgano de partido pare los pies al atracador? Abandonemos toda esperanza.
La amnistía es un jalón tristemente histórico, al que han precedido y acompañan otros. Por ejemplo, la toma de la Presidencia del Congreso a cargo de las fuerzas ‘progresistas’ integradas por socialistas, comunistas, separatistas, portavoces de una banda terrorista y supremacistas varios, incluido el prófugo de Waterloo. Una conquista en toda regla, gracias a la cual se aplicó una modificación del reglamento lingüístico antes incluso de aprobarlo, el presidente en funciones se libra de comparecer para dar explicaciones en las correspondientes sesiones de control y no es la Cámara, sino él, quien decide qué fecha le conviene más para intentar su investidura. Un escándalo en toda regla que no parece levantar ampollas, porque somos como las ranas introducidas en un caldero que se calienta poco a poco. Estamos perdiendo sensibilidad democrática a toda velocidad. Tragamos y tragamos infamia, desde el blanqueamiento de los asesinos etarras hasta el perdón de la malversación cuando el dinero robado ha servido para financiar un golpe, mientras la televisión pública devora dinero público en el empeño de multiplicar la emisión de propaganda falsaria. Fondos extraídos de nuestros bolsillos a través de la mayor presión fiscal que se recuerda y fondos procedentes de Europa para otros fines, cuyo destino se oculta a Bruselas igual que a los contribuyentes llamados a pagar, en última instancia, la cuenta. Nadie sabe dónde han ido a parar tantos millones de euros porque la transparencia brilla por su ausencia en este régimen cada día más autocrático, que va liquidando nuestros derechos al tiempo que nos empobrece.
Por todo ello y mucho más es hora de tomar la calle. España y la libertad nos llaman a decir ¡basta!