Aunque hubiera ganado el «sí»

ABC 21/09/14
RAMÓN PÉREZ-MAURA

· Si el resultado del referendo hubiera sido el contrario, Escocia habría sido un Estado fuera de los tratados

Lo primero que nos muestra el resultado del referendo por la independencia escocesa es que no hay país inmune al populismo hogaño vigente en toda Europa. Ese populismo es una serpiente de siete cabezas que adopta muy diferentes formas en unos países u otros. En Francia es una mujer de extrema derecha que querría ser Juana de Arco rediviva. En Italia es un bufón que triunfa en las elecciones sin poder ser candidato por estar condenado. En España son una panda de comunistas que primero hacen propuestas económicas utópicas y después nombran comités de estudio para ver cómo pueden llevarlas a cabo. En el Reino Unido es un eurófobo que vive de la Unión Europea…

Una auténtica lección Nadie en Europa ha cedido ante la presión de un referendo convocado con arreglo a la ley Llamada perdida Salmond aseguró haber hablado con el Gobierno español; en Exteriores nadie cruzó palabra con él

Pero esta descomposición política ha dado un paso más al frente. Si siempre hubo nacionalismos, estos, por razones de coherencia ideológica eran ajenos a la izquierda. El socialismo ha sido siempre un movimiento internacionalista. «Siempre» quiere decir antaño. Porque ahora tenemos por todas partes socialistas que han olvidado el fervor de su lucha por la igualdad universal. En estos tiempos, como mucho, quieren esa igualdad dentro de las fronteras que ellos van a dibujar y en detrimento de los que queden del otro lado de la línea imaginaria. Así, en Escocia, tierra de muy escaso arraigo conservador, el nacionalismo se nutre de la izquierda porque no tiene abrevadero alternativo. El Partido Nacionalista Escocés es una formación de ideología socialista que compite con el laborismo. Y le roba votantes ofreciendo un modelo social intercambiable, pero defendiendo una Escocia independiente.

Una campaña patética
Una vez rotas con estas varas las líneas tradicionales de pensamiento, lo que hemos de ver en Cataluña es más fácilmente comprensible. Las formaciones liberales, e incluso las democristianas, no tenían ninguna voluntad de imposición universal de su credo. Y así los izquierdistas de ERC, CUP, comunistas, socialistas y otros compañeros mártires se sienten en agradable compaña. Pero la lección que deben aprender de Escocia es que nadie en Europa ha cedido ante la presión de un referendo convocado con arreglo a la ley. Ha quedado claro que incluso si hubiera ganado el sí Escocia habría sido un Estado fuera de los tratados. Es verdad que al salir de la Unión de forma pactada con el Estado del que se originaba la nueva entidad nacional, probablemente hubiera tenido alguna ventaja a la hora de sentarse a negociar una reintegración. Que en todo caso debía producirse por unanimidad de los Estados miembros. Y que en su patética campaña, Alex Salmond aseguró haber hablado con el Gobierno español al respecto. A estas horas, en el Palacio de Santa Cruz han llegado al extremo de empezar a preguntar a los ordenanzas si alguno de ellos contestó al teléfono a Salmond porque no hay ningún cargo del Ministerio en Madrid que haya cruzado palabra con él.

Debe de ser muy divertido emplear Twitter para intentar descalificar a Rajoy como «legalista» y ensalzar a Cameron como «demócrata». Ahora va a resultar que pedir el cumplimiento de la ley es un oprobio y los referendos que gustan a Cameron y a los que Margaret Thatcher se refería como «ejercicios políticos practicados por dictadores», marcan la diferencia entre un demócrata y un dictador. Pues no estaría de menos tener claro en el caso catalán que a ellos, más cerca que Alex Salmond y su consulta, les caía Francisco Franco. Con el que participaron en sendos referendos en 1947 y 1967. Ambos con un alto índice de participación popular en Cataluña. En España hemos llegado al absurdo de que quien propone violar la ley es jaleado como un demócrata y quien pide su cumplimiento es un «legalista», término que para quien lo emplea es sinónimo de autoritario.

Los que promueven el referendo ilegal en Cataluña creen salir reforzados de Escocia «porque allí les han dejado votar». Ahora corresponde al Gobierno español –y a las gentes de buena voluntad– seguir buscando la solidaridad de los europeos que no quieren ver en el seno de la Unión revoluciones –ni aunque sean sin derramamiento de sangre–. La sangre fría demostrada por el Gobierno español hasta ahora, esperando a que el Gobierno catalán viole la legalidad vigente, acabará demostrándose una estrategia infinitamente más efectiva que la del impetuoso David Cameron, que en su ardor patriótico de salón casi se lleva el Reino Unido por delante.