Isabel San Sebastián-ABC

  • Quienes rechazan vacunarse han de asumir las consecuencias de su conducta irresponsable

Algunos países creen en la igualdad de todos los ciudadanos, pilar esencial de la democracia. Otros no. La mayoría finge hacerlo, aunque trata de manera distinta a los individuos en función de su estatus social, su poder, su capacidad de influencia o incluso su sexo (ahí están las llamadas ‘políticas de género’). Y luego se dan casos raros como el de Australia, cuyo Gobierno parece determinado a aplicar a Novak Djokovic exactamente el mismo rasero que a cualquier otro mortal. Un protocolo muy estricto destinado a proteger a su población del Covid, que ni siquiera el célebre tenista abanderado del movimiento antivacunas va a conseguir saltarse. ¡Bravo por el ministro Alex Hawke, que ha puesto en su sitio a esa estrella del deporte con ínfulas de redentor!

Como bien señaló nuestro insuperable Rafa Nadal, cuya gigantesca talla en la pista se queda corta ante su grandeza personal, Djokovic conocía las reglas vigentes en el torneo australiano y las aceptó. Después mintió para sortear ese filtro y viajó al país ocultando datos cruciales como su resultado positivo en un test, diagnóstico que no le impidió participar en un encuentro con niños o conceder una entrevista a un periodista francés que también acabó contagiado. Debió de pensar que estaba por encima del bien y del mal. Que su nombre y su trayectoria lo eximían de someterse a las reglas vigentes para los demás. Que, en palabras de su propio padre, era «el Espartaco del nuevo mundo libre que no tolerará la injusticia… El símbolo y el líder de las personas pobres y necesitadas», comparable nada menos que a «Jesucristo, a quien también quisieron crucificar». Un chico educado en la humildad y el respeto, vamos. Un ejemplo para los jóvenes. Un referente.

Sarcasmos aparte, el nueve veces vencedor del abierto de Australia se niega a vacunarse. Desoye a la abrumadora mayoría de médicos que recomiendan esa inoculación decisiva para salvar vidas. Ignora una estadística tan elocuente como la de infecciones, ingresos hospitalarios y muertes, que la semana pasada en España arrojaba estos datos oficiales: contagios por 100.000 habitantes en la franja de 30 a 59 años, 1.287 vacunados, 4.735 no vacunados. De 60 a 79 años, 519 frente a 12.383. Hospitalizados en las mismas franjas, 2,7 y 9 vacunados frente a 16,6 y 167 negacionistas. Fallecidos, 0,07 y 0,68 por 0,38 y 16,2.

Djokovic es libre de cerrar los ojos a la realidad, como lo son quienes le imitan en su conducta irresponsable agravando con ello el colapso de los sistemas sanitarios. Pero los actos tienen consecuencias que es preciso asumir. En su caso, una cancelación de visado que a lo peor le cierra las puertas de Australia los próximos tres años. ¡Ojalá!