ABC-IGNACIO CAMACHO

Con sus prevenciones sanitarias, Cs se está poniendo a sí mismo muchas condiciones antes de haber ganado nada

LA irrupción de Vox le está estropeando a Ciudadanos el pasodoble de la equidistancia. Por un lado le viene bien para desmarcarse de la etiqueta de derecha, tan antipática para sus dirigentes, y reforzarse en su posición centrada, pero por el otro le embarra el campo de los pactos y compromete su vocación de bisagra. En la práctica, y dado que el PP no le hace ascos a las alianzas con una formación que es como un spin off surgido de sus entrañas, si el partido naranja persiste en tender alrededor de las huestes de Abascal un cordón de prevención sanitaria –como el que ha trazado en Barcelona junto a lo mejorcito de cada casa– no le va a quedar otro interlocutor posible que la socialdemocracia. Aunque a Rivera tampoco le sirve, según sus propias palabras, mientras Sánchez esté liderándola, y la hipótesis de que el PSOE aparte a su jefe para negociar no deja de ser un pensamiento ilusorio, una fábula. La realidad es que Cs se está poniendo a sí mismo muchas condiciones antes de haber ganado nada, y eso en política es muy peligroso porque puede conducir a la irrelevancia.

En las municipales y autonómicas de mayo, por su naturaleza heterogénea, tal vez pueda mantener su inclinación mediadora diversificando acuerdos a diestra y siniestra. Pero también en ellas se va a enfrentar a alguna sorpresa. Si los sondeos mantienen su tendencia, tendrá un gran resultado en Madrid, Baleares o Valencia, plazas en las que tal vez alcance el liderazgo del centroderecha. Y sobre todo en la capital del Estado, con las previsibles cuentas, es muy probable que tenga que hacer frente al dilema de aceptar el apoyo de Vox a Villacís o entregar la alcaldía a Carmena. Esa clase de decisiones son las que definen una estrategia, y el futuro de Cs en las generales dependerá en gran medida del modo en que las resuelva. En Andalucía ha podido eludir el compromiso directo con una alambicada pirueta porque al fin y al cabo sólo era la tercera fuerza y no tenía opciones reales de alcanzar la Presidencia. Pero la paradoja de gestionar el éxito es que a menudo acaba convirtiéndose en un problema. En particular si antes de que llegue te has dedicado a cerrarle las puertas.

En teoría, la de Ciudadanos es una propuesta honorable, coherente con su discurso de tratar solamente con partidos de inequívocos principios constitucionales. Lo contrario es lo que con toda razón reprocha a Pedro Sánchez. El inconveniente de esa postura impecable es que, salvo el PP, en ese ámbito escrupuloso ya no queda casi nadie porque hasta los socialistas se han echado en brazos de socios bastante más radicales que esa nueva derecha volcánica y rampante a la que Cs se ha apresurado a rodear, en un arrebato de pureza autocomplaciente, con un precinto de exclusión infame. Aliándose para ello, y esto es lo inexplicable, con quienes en Cataluña agreden a sus propios militantes y concejales.