Autorrescate

Ignacio Camacho-ABC

  • Lo que los ministros aplaudían era la garantía de continuidad del mandato. Su propio rescate con dinero prestado

Desde el punto de vista de los ministros que el otro día recibieron a Sánchez en Moncloa con un vergonzante aplauso, lo que celebraban era la garantía de continuidad en sus cargos. Para el Gobierno, los fondos de socorro europeo representan el combustible político para recorrer una legislatura de al menos tres años, si no los cuatro reglamentarios. Liquidez para evitar recortes y practicar políticas clientelares de gasto. Fondos con los que asegurarse los votos de respaldo en la subasta del trámite presupuestario. Ingresos extra sobre los que montar un programa de reparto que conjure el fantasma del ajuste que liquidó al zapaterato. Las reformas que exigirá Bruselas como contrapartida tendrán horizonte de medio plazo, a partir de que el

PIB recupere los niveles perdidos con el gran cerrojazo; es decir, aproximadamente para cuando finalice este mandato… si el coronavirus no provoca otra hecatombe después del verano. Con el bicho suelto por ahí es imposible hacer planes sólidos, pero esos son, por ahora, los cálculos. Y eso era lo que aplaudían: su propio rescate con dinero prestado.

El tiempo dirá si ese enfoque es correcto o llevan razón los analistas que pronostican un control severo de la UE sobre el destino de sus créditos, con exigencias de reformas estructurales y de consolidación fiscal y férrea vigilancia ante cualquier exceso. El Ejecutivo confía en la vista gorda durante el próximo bienio, que es justo lo que necesita para eludir grandes contratiempos. Subirá los impuestos para compensar el alza del déficit y el resto lo dejará al albur de que la aparición de una vacuna anti-Covid favorezca el crecimiento. El efectivo fresco servirá para aplacar las reticencias de Podemos, cuyo líder no cuenta con más asidero que el poder como remedio de sus problemas internos. Tiene demasiada gente colocada en el presupuesto. Si rompe será muy al final; con las urnas lejos y el partido abierto en canal no puede lanzarse a atravesar el desierto. Correría demasiado riesgo tratando de capitalizar en solitario un probable «invierno del descontento».

Con todo, el optimismo oficialista tendrá que atravesar algunas pruebas. La primera, claro, el curso de la pandemia, que puede desde dar varios sustos -ya está sucediendo- a tirarlo todo por tierra. La segunda, Cataluña, donde el separatismo sigue reclamando su agenda de autodeterminación con Iglesias como intermediario de cabecera. Y la tercera, que la ayuda europea no baste para compensar el hundimiento de las clases medias, a las que la crisis del sector servicios, sobre todo de la hostelería y el turismo, ha puesto al borde de la quiebra, y que con la presión fiscal pueden sufrir la última vuelta de tuerca. Pero a esos efectos el sanchismo cuenta con el comodín de la división de la derecha. Y en todo caso aún no es en la reelección en lo que piensa sino en acabar esta legislatura como sea.