IGNACIO CAMACHO, ABC – 14/03/15
· Incapaz de condenar los excesos de su despótico patrocinador, Iglesias se ha retratado como la voz de su amo.
De las dos fotos que se ha hecho esta semana Pablo Iglesias, una lo retrata como él se ve a sí mismo y la otra como realmente es. El ego catedralicio del líder de Podemos habrá ascendido al contemplar su efigie en la portada de TheNewYorkTimes –aunque fuese en la menos influyente edición internacional– hasta los pináculos del mismísimo Empire State: una imagen central de buen tamaño en carismática actitud de «asaltar el cielo» de la política desde una nueva izquierda rupturista y filorrevolucionaria.
Pero sólo 48 horas más tarde esa misma política que pretende reinventar con un mesianismo adánico lo atrapó con sus contradicciones en el Parlamento Europeo y lo plasmó ante un fondo de realidad por el perfil menos favorecido: votando contra una petición de libertad para los presos políticos venezolanos, con el gesto serio y hasta contrito de quien conoce el alcance de esa decisión y su impacto en sus propias aspiraciones. Con la actitud consciente de digerir a duras penas la humillante conciencia de presentarse ante la comunidad occidental como la simple voz delegada de su amo bolivariano.
A medida que pasa el tiempo y la fuerza irruptiva de Podemos se va decantando en el roce con la cruda experiencia de la política real, tan distinta del escenario cómodo de las tertulias, la nueva formación empieza a comprobar la dificultad de mantener intacto su fulgurante discurso de populismo de laboratorio. El pretendido interclasismo queda en evidencia con sus propias proclamas de revanchismo extremista; la supuesta claridad de ideas se desmorona en programas ambiguos mal sostenidos en la muletilla del «empoderamiento ciudadano»; la altiva exigencia de honestidad sufre el áspero contraste con los chanchullos de unos dirigentes que antes de estrenarse aparecen contaminados de malas prácticas. Y por último, pero no menos importante, tras la proclama de un nuevo patriotismo rebelde aparece cada vez más nítida la sombra ominosa del padrino venezolano, el régimen corrupto, autoritario y violento cuyos excesos no son capaces de condenar siquiera de manera retórica por haber crecido amamantados en su seno como una franquicia ideológica.
Fuera caretas. Podemos se retrata más allá de sus abstractas declaraciones tácticas como el partido neocomunista que es, como la sucursal ideológica del bolivarismo que detiene a los opositores y los encierra en pestilentes mazmorras subterráneas. Incapaz de rebelarse contra su patrocinador, con el ceño apretado en la cerril defensa de un caciquismo inaceptable.
Con toda probabilidad este gesto de sumisión carecerá de impacto entre la amplia masa de ciudadanos que ha decidido votarlo como expresión de ruptura y de rechazo del actual sistema político, pero al menos desmonta la coartada de su presunta moderación y de su adaptativa elasticidad política. Podemos es lo que es y ya nadie podrá decir que lo ignoraba.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 14/03/15