EL MUNDO 12/06/13
SANTIAGO GONZÁLEZ
Urkullu tiene un plan que ha elaborado su secretario de Paz y Convivencia, Jonan Fernández. Soy un seguidor, casi un admirador de este hombre, un artista de la mediatriz desde sus comienzos. En Lurraldea, con un trazado para la autovía de Leizarán equidistante entre la posición de ETA y la de las instituciones. En Elkarri, entre las víctimas y los victimarios, in medio virtus.
Tras su paso por el Centro por la Paz de Aranzazu, Baketik, el lehendakari lo ha llamado a su lado. En los últimos 20 años, Jonan ha ido perdiendo equidistancia y hoy se encuentra lejos del concejal batasuno que fue. A él se debe la idea de formar a la Ertzaintza en Derechos Humanos, como si albergara dudas sobre el respeto de los policías autonómicos a los detenidos. Curiosamente, no se proponen formar en esa materia y otras adyacentes a los cargos de Bildu, EH Bildu y Amaiur, que están mucho más necesitados.
Prevé un plan de reinserción y cambios en la política penitenciaria, asuntos en los que la CAV carece de competencias. Propone una investigación sobre los casos de torturas y la adopción de las medidas pertinentes, pero, en cambio no propone nada para aclarar y castigar los 326 asesinatos de ETA impunes y sin esclarecimiento policial; no se puede estar en todo.
La propuesta cita en tres ocasiones un plazo concreto: «Los acontecimientos violentos y traumáticos de los últimos 80 años». ¿Por qué 80?, se preguntará cualquier lector desprejuiciado. ¿Qué pasaba en 1933? Hubo en mayo de aquel año una sangría por los choques armados de pistoleros socialistas, –protegidos por las autoridades, según Tierra Vasca–, y peneuvistas, en Sestao y Baracaldo, según cuenta el historiador José Luis de la Granja. Tal vez un pellizco de monja al PSE.
Investiga torturas pero no asesinatos de ETA. No puede estar en todo
Lo fascinante de Jonan es que ha pasado de encabezar la facción ecologista del MLNV a mediador e ideólogo de la paz y a constructor de la convivencia, con el mismo lenguaje, germanía de un perito de caminos entreverada con una logorrea de vendebragas de baratillo. Lean cómo se explicaba en sus tiempos de Elkarri (1994): «El objetivo se centra en dar un impulso determinante al momento actual». Algo mejorada su prosa, cultiva la misma voluntad de estilo, idéntica la sintaxis caprichosa en el plan que presentó ayer: «Arrastramos inercias que nos devuelven una y otra vez a los bucles del pasado».
Después de todo, en un país que no distingue las metáforas del lenguaje recto, quien ha trazado una autovía de Irurzun a Andoain ha de saber trazar un camino que nos lleve desde el conflicto hasta la paz.
No le darán el Príncipe de Asturias de las Letras, pero tal vez sí el de la Concordia, además de ser un ejemplo de indudable superación personal que acertó a subrayar el lehendakari al nombrarlo: «¿Acaso preferimos que todos sigan siendo de Herri Batasuna?».