Querido Andoni Ortuzar, te escribo para ajustar un vaticinio que te hice el pasado 29 de julio: “Sorprende la facundia con la que Andoni Ortuzar blasonaba de haber frenado a la derecha. Lo dice el presidente de un partido que tiene como lema ‘Dios y leyes viejas’, manda huevos. Debería tener en cuenta que ha sido derrotado por EH Bildu, que en 2024 hay elecciones autonómicas y que no sería improbable que Otegi llegase a lehendakari. Si tal llegase a suceder, querido Andoni, lo sentiré por mí; me alegraré por ti.”
Al nacionalismo le viene al pelo todo lo simbólico, incluidos los aniversarios. El sábado se cumplían 120 años de la muerte de Sabino Arana y ese es un aniversario importante que el partido guía siempre celebra en la tumba del fundador en Sukarrieta.
Los vascos siempre han sido de natural más sobrios que los catalanes, de por sí un poco más ridículos. Al día siguiente de la muerte de Francesc Macià, 25 de diciembre de 1933, el Consejo Ejecutivo de la Generalidad enterró su cuerpo en el cementerio de Montjuïc. Previamente le habían extraído el corazón que pusieron en una caja de plomo con formol y guardaron el conjunto en una caja fuerte de la Generalidad. A finales de enero de 1939, con los franquistas a las puertas de Barcelona, Companys ordenó a Tarradellas que se llevase los papeles y el corazón al exilio para ponerlos a buen recaudo.
Los restos de Sabino fueron exhumados el día siguiente del bombardeo de Guernica para evitar su profanación por los franquistas y ocultados en la tumba de la familia Taramona en Zalla, donde permanecieron 52 años, hasta el 1 de enero de 1989, en que se recuperaron para volver a llevarlos a Sukarrieta. Arzalluz explicó el momento: esperaron «hasta tener una garantía absoluta de la estabilidad democrática».
Ayer, ante la tumba de Sabino se unió lo más granado del EBB, pero es evidente que algo se ha roto. Hubo vivas al saliente, claro, ovación larga que Urkullu acortó pidiendo a Ortuzar que siguiera. Siempre ha sido así, en Ajuria Enea o en Sabin Etxea. El relevo de Arzalluz por Imaz ya fue otra versión incruenta del asesinato de César, con un abrazo a la vista del público mientras Arzalluz ponía cara de decir: “¿Quién ha dicho que me voy?”
Al acto de Sukarrieta asistió el relevo, un Pradales que aún no tenía su sitio, aunque Ortuzar confía en su pacto con los socialistas: ellos no harán lehendakari a Otegi. Será el secuestrador quien sostenga a Pedro Sánchez en La Moncloa. Por otra parte, ha sido eel propio Arnaldo quien se ha descartado de la carrera hacia Ajuria Enea, en parte por ahorrarse el espejo que le devuelva la imagen de su carrera criminal, en parte porque él aspira a mandar sobre la candidata de EH Bildu, pero no deja de tener su punto la confianza de Ortuzar en Pedro Sánchez. Ay, Ortuzar, ay, Pradales.