HERMANN TERTSCH – ABC – 16/10/15
· El día de ayer fue un día de vergüenza y escándalo por la agresión a la Justicia y a la ley por parte del separatismo catalán.
Por mucho que se empeñe Artur Mas en escenificar épica de baratija con una multitud de mantenidos y privilegiados ante los juzgados. Por mucho que se nos vaya al barranco de Montjuic a revelar su autoengaño y equipararse a otro golpista, responsable aquel de graves crímenes, pero al fin y al cabo un combatiente que mató y se jugó la vida. Por mucho que se den solemnidades impostadas y tediosas recopilaciones de cánticos de falsa resistencia entonadas por una legión de personajes apeados de sus coches oficiales y demás beneficiarios del dinero público.
Ayer fue día que no debió darse. Porque a ninguna gran nación como la española le puede dejar indiferente el desamor de parte de la misma. Por artificial que haya sido la generación del mismo. Por interesada e hipócrita que sea su ofensiva. Pero también debo decir que creo que el de ayer fue un gran día. Desde ayer Mas sabe que está a punto de convertirse uno de los primeros en sufrir algún inconveniente por saltarse la ley desde que comenzó a hacerlo. Desde que decidió huir hacia adelante. Hasta ahora, incomprensiblemente, nadie ha pagado daños.
No ha habido ni un damnificado por las tropelías cometidas a lo largo de tres años. Todo ha sido gratis en esta grotesca carrera de la cúpula del régimen nacionalista por ganarse la impunidad de su corrupción económica en una colosal apuesta de ruptura total del marco legal de España. Hasta ayer. El Gobierno de la Nación ha ignorado, por el patológico miedo al conflicto de su presidente, una operación sediciosa que ha contratado, pagado, licitado, transferido dinero y conspirado para partir España en dos. La organización de este golpe de Estado se ha producido ante las cámaras y retransmitida en directo mientras en Madrid se cuestionaba absurdamente la seriedad de las intenciones delictivas de la Generalitat, el Gobierno regional y primera institución ejecutiva en esas cuatro provincias españolas.
El día de ayer fue un día de vergüenza y escándalo por la agresión a la Justicia y a la ley por parte del separatismo catalán. Pero no más que otros. Y extraordinario solo en el despliegue operístico –o quizás tan solo zarzuelero– de las protestas. Porque las graves agresiones al Estado se suceden desde hace tiempo. Si el día de ayer fue realmente distinto por algo es porque se les acaba a todos el tan manido recurso de mirar hacia otra parte e intentar convencerse de que nada va a pasar.
Está ya muy claro el delito de quienes ya han anunciado que van a romper España si se les permite. Ahora deben preocuparse todos. Incluidos quienes también delinquirán si no lo impiden. La escenificación del desafío se ha consumado. Ahora el Estado no tiene más opción que imponerse. Y poner fin a esta situación. La inhabilitación de Artur Mas debería producirse de forma urgente. Y muchas otras si resulta necesario. Aquellos que quieran seguirle en el órdago deben comprobar de forma contundente que ayer acabó el tiempo en el que atentar contra la ley generaba ventajas y prebendas. Por España y por toda Europa tras el día de ayer solo hay un mensaje para el separatismo: que por las malas nadie puede ni podrá con el Estado de Derecho y la democracia.
Serán derrotados y pagarán penalmente su atentado contra el bien común que nos dimos más de 40 millones de españoles y no nos van a arrebatar dos millones de fanáticos más o menos subvencionados. Si una minoría quiere partir en dos España, violentamente y en contra de la voluntad de la inmensa mayoría de los españoles, va a necesitar mucho más que los coros de esos pancistas y mantenidos comisionistas que escuchamos ayer.
HERMANN TERTSCH – ABC – 16/10/15