Isabel San Sebastián-ABC

  • Casado es el líder y será el candidato, pero para llegar a presidente deberá apoyarse en los barones que ya tienen ese título

Como dice un alto dirigente popular, «hay dos clases de políticos: los que ganan y los que no». Bajo ese prisma inapelable, el paradigma de la victoria en las filas del centro-derecha se llama en estos momentos Isabel Díaz Ayuso. La presidenta madrileña perdió los primeros comicios a los que se presentó, en pleno descalabro de su partido, pero consiguió tejer una red de acuerdos con Cs y Vox que la aupó al Gobierno autonómico. Dos años más tarde intuyó que sus socios de gabinete conspiraban a sus espaldas con el propósito de entregar la comunidad al PSOE y adelantó las elecciones, contra el criterio de los ‘fontaneros’ de Génova, para conducir a su formación a un triunfo arrollador cuyo reflejo en las encuestas se tradujo de inmediato en una subida espectacular del PP en toda España. Suyo fue el tirón y suyo el éxito. Los electores hastiados de la insufrible arrogancia con la que Sánchez e Iglesias arruinaban al país, colmando de privilegios a golpistas y herederos de ETA, pusieron finalmente un rostro a la persona capaz de expulsarlos de La Moncloa: el de ella. Su arrojo, su hazaña y su discurso resucitaron la esperanza de muchos ciudadanos cada día más tentados de caer en el desistimiento. A pesar de todo lo cual, Ayuso no se envaneció. Mantuvo intacta su lealtad. Declinó participar en cualquier movimiento de silla dentro de sus propias siglas y únicamente pidió lo que por derecho se había ganado: la presidencia del partido en el feudo reconquistado.

Lo lógico en cualquier organización sensata, segura de su proyecto y confiada en sus líderes, habría sido llevarla en andas hasta el congreso que reclamaba y facilitar que su carisma impregnara hasta el último engranaje de la estructura. En lugar de tomar ese camino diáfano, empero, el fontanero mayor genovés, Teodoro García Egea, ha puesto un empeño tan grande en someter a sus compañeros y gritar a los cuatro vientos el liderazgo de Pablo Casado que pareciera poner en duda lo que éste ganó en buena lid al imponerse en unas primarias.

El candidato del Partido Popular a las próximas generales será él; nadie lo cuestiona. A la cabeza del PP está él, elegido por los afiliados en votación libre y secreta. Tras esa victoria indiscutible, no obstante, llegaron dos descalabros consecutivos en las urnas. Dispondrá de otra oportunidad, la última, pues negársela sería injusto, además de suicida. Pero si aspira a la categoría de «políticos que ganan» tendrá que apoyarse en los barones que ya tienen ese título, empezando por Ayuso. Ella, Feijóo, Moreno Bonilla y Fernández Mañueco conocen como nadie territorios determinantes en la contienda electoral, razón por la cual es preciso que los controlen. Cuantos menos bastones entre las ruedas les pongan, más posibilidades tendrá Casado de mandar al paro a Sánchez.