Se cumplen mañana 25 años del fin del felipismo, de aquella exigua mayoría que consiguió el PP en los comicios del 3 de marzo, 290.000 votos, 1,16 puntos y 15 escaños de ventaja para el ganador. Fueron unas elecciones en las que fallaron todos los sondeos que mayoritariamente auguraron mayoría absoluta para el PSOE. “Nunca hubo una victoria tan amarga, ni una derrota tan dulce”, dijo Felipe González. Ni gobernante tan profético. No hay victorias amargas ni derrotas dulces. No aquellas, por lo menos.

Hacía tiempo que Aznar sonaba como candidato. El 19 de abril de 1994 protagonizó un memorable debate sobre el Estado de la Nación, con un discurso que engatilló sobre una exigencia: “váyase, señor González”. Aquel día se erigió Aznar en jefe de la oposición. Momentos después, el líder de IU, Julio Anguita, siguió por la senda que había iniciado el presidente del PP: “Con toda serenidad, le pido que dimita”.

Un año justo más tarde, el 19 de abril del 95, ETA hizo explosionar un coche bomba al paso del Audi 200 de Aznar, al que Álvarez Cascos había blindado especialmente. Con el blindaje del automóvil, el jefe de la oposición había blindado su carrera hacia La Moncloa. Aznar salió del coche por su propio pie y fue conducido a la clínica Rúber para ser reconocido. “Ahora parece que sí tengo carisma”, dijo. Felipe González no estuvo a la altura. Ni visitó al líder del PP en la clínica ni le hizo una llamada telefónica para interesarse por su estado. Faltaban diez meses y medio para las elecciones de las que mañana se cumplirán 25 años.

El nuevo Gobierno sacó partido a su mínima ventaja e incorporó algunas novedades: Fue aquel un Gobierno que por primera vez incorporaba a cuatro mujeres: Esperanza Aguirre, Margarita Mariscal de Gante, Loyola de Palacio e Isabel Tocino. Aznar inauguró el mandato con la cláusula de estilo de todos los presidentes, haciendo su mohín de disgusto hacia la residencia oficial de La Moncloa. Todos, menos Adolfo Suárez, que fue el que trasladó la Presidencia desde su primer emplazamiento en Castellana, 3. Hasta Pablo Iglesias en histórica entrevista con el Follonero le confesó que cuando él fuera presidente del Gobierno a lo peor tenía que cambiar de domicilio, pero que por él seguiría viviendo en su pisito de Vallecas.

El grandísimo Umbral ironizó sobre el repelús de los Aznar: “Vaya, hombre, lo que faltaba, tiene cojones Romanones, tantos años por llevar a este chico a La Moncloa […] por desbrozarle el camino  al señorito Aznar, por desahuciar al anterior inquilino y ahora resulta que va esa pareja feliz, estos Bill/Hillary de provincias, y no les gusta La Moncloa, hay que joderse y agarrarse para no caerse.

Tal día como mañana se inició un periodo que cambió notablemente España. Aznar demostró que se podía luchar contra ETA con las herramientas de la ley y solo de la ley, que podía arreglar el desbarajuste económico que había dejado el felipismo. Aznar cumplió los objetivos de Maastricht: la tasa de inflación, el tipo de interés a largo plazo, el déficit público y el ratio de deuda respecto al PIB. Fue un presidente razonable hasta el final, cuando decidió establecer para sí el límite de dos legislaturas gobernando. No hay más que comparar con los que lo han sucedido.