EL MUNDO 15/10/13
· «No hay moderación en aceptar la ilegalidad; no hay prudencia en consentir que un poder se ejerza por quien no debe y para lo que no debe»
· «No hay tolerancia en admitir la ausencia o el vacío del Estado de Derecho. No es una virtud del Estado dejarse desafiar»
· «El silencio puede dañar la verdad tanto como la mentira misma«
José María Aznar reapareció ayer en San Sebastián para lanzar un contundente mensaje a Mariano Rajoy ante las aventuras secesionistas: «Hay que poner fin al desfalco de soberanía nacional que se está llevando a cabo por parte del nacionalismo». El ex presidente, que participó en la presentación del libro con testimonios de víctimas del terrorismo Cuando la maldad golpea, llenó su discurso de continuas advertencias a Rajoy, de quien, de forma implícita, cuestionó su falta de liderazgo.
«No hay moderación en aceptar la ilegalidad y no hay prudencia en consentir que un poder se ejerza por quien no debe y para lo que no debe», denunció. Sus críticas, directas, siguieron teniendo el mismo destinatario: «No es una virtud del Estado dejarse desafiar cuando se funda en el derecho […] El silencio puede dañar tanto como la mentira».
La alocución final de José María Aznar en su discurso fue muy significativa. Apenas unas palabras para constatar, por si había habido alguna duda de sus pretensiones con el discurso, su petición expresa al presidente Mariano Rajoy para que coja el toro por los cuernos y lidere la defensa de una Constitución que haga de España «una realidad jurídica segura, indudable y previsible» frente a los nacionalismos. «Nada está garantizado y todo dependerá de lo que estemos dispuestos a hacer. Porque es cierto que el silencio puede dañar la verdad tanto como la mentira misma».
Sus palabras críticas con la actual política del Gobierno en defensa de la unidad de España fueron despedidas con una cerrada ovación por una sala que se quedó pequeña para recibir al ex presidente del Gobierno («el que mejor ha entendido cómo combatir el terrorismo», resaltó la ex líder de los populares vascos María San Gil), en lo que supuso su regreso público a San Sebastián tras largos años de ausencia.
A la presentación del libro Cuando la maldad golpea (Planeta), publicado por la Fundación Villacisneros, y en la que también participaron San Gil y la responsable de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Ángeles Pedraza, entre otros, no acudió ninguno de los responsables de la dirección del PP vasco, cuya postura frente al terrorismo y la izquierda abertzale tras el cese de la violencia de ETA es rechazada de plano por quien fuera su presidenta entre 2004 y 2008.
Ante el «desfalco de soberanía nacional que se está llevando a cabo por parte del nacionalismo», Aznar alertó de que desde el Gobierno es fundamental reafirmar la «realidad nacional de España» y combatir «las grotescas deformaciones históricas a las que la someten aquellos que rechazan una comunidad de ciudadanos libres e iguales».
En su discurso, que en ningún momento apeló de forma directa a Rajoy pese a estar plagado de mensajes que le demandan una mayor fortaleza y «liderazgo» ante el nacionalismo, el ex presidente advirtió de que «la tarea política más importante en la España de hoy es construir, ordenar y poner en marcha una gran política nacional basada en los principios constitucionales».
Sólo siendo conscientes de esta realidad que impone quien quiere acabar con la nación española se podrá acabar con el proyecto iniciado por Cataluña y que quiere imitar el País Vasco, el cual, evidenció, no representa «una pugna entre territorios», sino que constituye «un desafío que opone a la cultura cívica europea propia de nuestra Constitución el nacionalismo más reaccionario y destructivo». En otras palabras, alertó de que quienes buscan la secesión «no pretenden sólo una separación territorial, sino también y sobre todo, una separación de las exigencias de la democracia, del pluralismo, que es lo que nos permitió hace ya muchos años formar parte de la UE».
El ex presidente español incidió en la necesidad de que los actuales dirigentes políticos tengan presente que a los nacionalistas «no les molesta España, lo que les molesta es que España significa libertad». Y esto supone, según constató, un «desafío al valor de la libertad, del pluralismo, de la ley y de la igualdad dentro de una misma sociedad». Estas palabras que «para nosotros lo valen todo», y que para las víctimas del terrorismo valen incluso «la vida», para el nacionalismo «no valen nada».
Frente a los discursos de que el objetivo es un «encaje en el Estado», Aznar replicó que lo que realmente persiguen es «el desguace de la nación y del Estado», dado que «su encaje nunca lo sería en el Estado sino en un no-Estado».
Y al decidir romper con España, afirmó que lo que se pretende es acabar con «los principios de la democracia» que se instauraron en 1978, de modo que volvió a incidir en la necesidad de ser más activo a la hora de pararles los pies a los nacionalistas. «No podemos permanecer al margen», denunció para exigir al Gobierno que «fortalezca las instituciones y ordene la vida del Estado del modo que mejor convenga a la nación» frente a este «proceso inútil de centrifugación del Estado» puesto en marcha por los nacionalistas.
No faltaron los mensajes dirigidos, de forma implícita, al presidente de la Generalitat, Artur Mas, a quien advirtió de que «cuando se ganan las autonómicas se gana el poder constituido, no un poder constituyente». Además, afirmó que «ignorar, incumplir, suspender o aplazar la Constitución «está fuera de La Ley».
La necesidad de hacer frente a los proyectos secesionistas capitalizó el discurso de Aznar, que en su primera parte se dedicó a reivindicar el papel de las víctimas de ETA. En la lucha contra el terrorismo también fue crítico con el actual Gobierno, a quien puso como ejemplo a seguir su política llevada a cabo en los ocho años que estuvo al frente de La Moncloa y que llevaron a obtener los «mejores éxitos» para acabar con la banda terrorista. «El partido que yo presidí y los gobiernos que dirigí se empeñaron en un compromiso que rechazó la resignación y el desistimiento», resaltó, insinuando que esta política se ha dejado atrás ahora.
Para lograr un futuro «libre del terror y de su amenaza», Aznar aludió a tres condiciones ineludibles, en especial la «aplicación de la ley con todas sus consecuencias», lo que supone mantener la «acción efectiva y continuada del Estado de Derecho, de las fuerzas de seguridad, de los jueces y tribunales, y del sistema penitenciario». Además, exigió que se impida que el terrorismo y su «proyecto destructivo encuentre en sus socios políticos el oxígeno que le permita sobrevivir a su derrota operativa», en referencia a su brazo político, que domina las principales instituciones de Guipúzcoa.
Finalmente, a partir de la máxima de «no aceptar el olvido», incidió en la necesidad de impedir que «ningún asesino puede reclamar volver con la cabeza alta o que se le reconozca que hizo bien en matar».