IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/05/16
· Para un partido con mayoría de votantes de más de 55 años, el aznarismo es el referente esencial de su imaginario político.
Un par de veces al año, más o menos, José María Aznar saca de paseo a sus demonios y los azuza para que muerdan los tobillos de sus sucesores en la dirección del PP. En general suele llevar razón, siquiera abstracta, en sus críticas al marianismo, basadas en el abandono relativista del proyecto ideológico que él alzó hasta la mayoría social; por ahí se le han desangrado muchos votos a este Gobierno. El asunto no pasaría de los típicos pescozones inoportunos de jubilado ilustre preocupado por su herencia política, si no fuese porque este Gabinete supura dificultades por la herida de una corrupción que ancla sus raíces en el período aznarista.
Hay muchos ministros y dirigentes populares cabreados por tener que pagar esa factura con intereses de mora. Y alguno, como Montoro, se la ha intentado endosar al expresidente con el pellizco de monja de una inspección fiscal filtrada con intenciones de escarnio. Estas maniobras han irritado sobremanera al refundador del partido, que si ya antes no resistía la tentación admonitoria y hasta la de alguna conspira-cioncilla dinástica ahora se siente legitimado para devolver –véase la Tercera de ABC de ayer– las afrentas a estacazos.
Se equivocan las dos partes. Aznar, porque es mal momento para desapuntalar la precaria estabilidad de sus herederos, y Rajoy –aunque intervenga por mano vicaria–, porque carece de logros suficientes para desautorizar el legado de su antiguo mentor. Para un partido cuya masa principal de votantes tiene más de 55 años, el aznarismo es el referente esencial de su imaginario político; la época en que el centro-derecha consolidó un prestigio de éxito incuestionable. Ese es un capital que no puede malversar un Gobierno poco sobrado de méritos electorales y con un severo problema de liderazgo abrasado. Sólo se lo podría permitir, y aun con reservas, si hubiese procedido a una renovación generacional completa y, sobre todo, si presentase a otro candidato.
Así que esta pelea de familias desavenidas es como escupir al cielo y ponerse a esperar que caiga el salivazo; te pongas como te pongas te va a estropear el peinado. El Partido Popular necesita sumar esfuerzos y recuperar apoyos de sectores sociales que lo han abandonado por maltrato. En ese aspecto la voz de Aznar dice cosas sensatas que no conviene desoír por orgullo sectario propio de organizaciones cerradas o, lo que es peor, acosadas. No se trata de la supervivencia amenazada de un clan ni de la hegemonía de un estilo, sino de la prevalencia de algo mucho más importante que es el proyecto del reformismo liberal, núcleo del moderantismo español.
Que se ha bifurcado en dos partidos bajo el mandato de Rajoy, vaya por Dios la coincidencia. Cuando la izquierda radical se une al asalto del poder, la división del centro-derecha es una mala noticia, pero el encono personal entre facciones internas representa directamente una catástrofe.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 25/05/16