Quo vadis, Europa?

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/05/16

José María Carrascal
José María Carrascal

· El «sueño europeo» de una patria común basada en los ideales de democracia, progreso e igualdad se agrieta.

Austira, corazón de Europa, que un día presidió uno de los imperios más amables y cultos que hayan existido, el Austro-Húngaro, es hoy el retrato vivo del descontento, zozobra y tensiones que vive nuestro continente, que en realidad no lo es, sino una península del asiático. Los comentaristas anuncian aliviados que el candidato ecologista Van der Bellen ha logrado evitar que el ultranacionalista Norbert Hofer consiguiera hacerse con la presidencia de la República.

Que haya sido por los pelos advierte de lo peligrosa que es toda euforia. Y no sólo por eso. Si Hofer representa la extrema derecha, los ecologistas son una clase especial de izquierda, que aborrece el desarrollo acelerado y la globalización en marcha, para exigir un mayor respeto a la tradición y a la naturaleza. Son, pues, dos extremos que tienen bastante en común, en este caso el rechazo de los dos grandes partidos, el Democristiano y el Socialdemócrata, que venían alternándose en el poder. Esta polarización gana fuerza en Europa y representa el mayor desafío para su futuro.

El «sueño europeo» de una patria común basada en los ideales de democracia, progreso, razón e igualdad se agrieta y deshilacha ante el envite de fuerzas incontrolables tanto interiores como exteriores. La oleada de refugiados crea un miedo casi ancestral entre poblaciones que temen perder no sólo sus bienes, sino también su identidad. Mientras, la poca eficacia de Bruselas para afrontar esta y otras crisis, como la económica, hace perder la confianza en la Comunidad, que ha crecido demasiado deprisa sin haber asegurado sus fundamentos.

Sin ir más lejos: haber creado el euro sin haber dispuesto una fiscalidad común fue una apuesta tan arriesgada como levantar una casa sin cimientos, que hizo creer a algunos países, como el nuestro, que eran ricos sin serlo, y a otros, como Grecia, despeñarse en la ruina. Aunque la consecuencia más peligrosa de tales improvisaciones es el resurgir de los nacionalismos xenófobos, que creímos haber enterrado con la Segunda Guerra Mundial, y ahora resurgen en la franja central, desde Francia a los países un día en la órbita soviética, mientras en los mediterráneos es un populismo con fuerte acento izquierdista el que predomina. En ambos casos la que pierde es Europa, que deja de ser un «sueño compartido» para volver a las fronteras, que pueden convertirse en trincheras a poco que nos descuidemos.

¿A dónde vas, Europa? es la pregunta que se hacen la mayoría de los analistas. Sin que ninguno sepa responder, aunque todos muestren preocupación. Justificada. Porque no es la primera vez que se intenta crear una «patria común de todos los europeos». Pero todas han fracasado. ¿Va a ocurrir de nuevo? Dependerá de nosotros, los europeos. De si somos fieles a los principios que hemos creado o nos dejamos llevar por los nacionalismos, derechismos, izquierdismos y otras alucinaciones políticoreligiosas que nos han conducido tantas veces a matarnos. En tal caso, podemos despedirnos del proyecto milenario y seguir soñando con él.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL – ABC – 25/05/16