ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Guardiola ha rectificado a tiempo de impedir que el daño hecho a su partido llegase a ser irreversible

Si algo demuestra lo sucedido en Extremadura es que en política la discreción es una virtud apreciable y la prudencia un atributo indispensable. La presidenta en ciernes, María Guardiola, empezó la negociación de los pactos en su región ignorando estas recomendaciones básicas, aunque ha rectificado a tiempo de impedir que el daño hecho a su partido llegase a ser irreversible. También Vox parece haberse «bajado del burro», por emplear las palabras de Abascal, toda vez que empezó pidiendo tres consejerías además de la presidencia de la Asamblea, para acabar conformándose con una y un par de puestos en la mesa. El aviso de las encuestas, reflejando un desgaste de ambas siglas como consecuencia de su enfrentamiento, fue un aldabonazo en sus respectivos cuarteles generales, suficiente para obligarlas a aparcar sus diferencias y centrarse en el mandato de apear al PSOE del poder, expresado por una mayoría de votantes en las urnas. Y prueba del acierto inherente a este cambio de actitud es el malestar que ha provocado en las filas de la izquierda, donde la lideresa popular que antes cosechaba un sinfín de elogios es ahora blanco de un aluvión de críticas. Ladran, luego cabalgamos.

Nada habría gustado más a Sánchez que arrancar la campaña de las generales con la investidura de Fernández Vara, aunque acabara siendo fallida. En ese ruido hallaba el oxígeno para avivar sus maltrechas esperanzas y movilizar a un electorado decidido a quedarse en casa antes de apoyar a un candidato que suscita creciente rechazo. La división de los grupos llamados a constituirse en alternativa era su mejor baza, porque el clavo al que se agarran hoy sus propagandistas, el de la alerta antifascista y el fantasma de la ultraderecha, es pólvora mojada de probada ineficacia. Nadie compra ese argumento salvo los ya convencidos. El cambio radical de rumbo impuesto a Guardiola por Génova les ha roto la estrategia y andan desorientados, sin más respuesta que el pataleo.

Afean a Guardiola haber faltado a su palabra de no aceptar miembros de Vox en su Ejecutivo los mismos que justifican la presencia de Podemos en el Gobierno y olvidan las muchas veces que el líder socialista negó en campaña esa posibilidad. La ley del embudo rige en el universo «progresista», henchido de buena conciencia y desprecio por los demás. Dicho lo cual es verdad que la extremeña se equivocó al prometer lo que no podía cumplir, con el agravante de airear su órdago por todas las televisiones. El malestar de su electorado fue tal que en Cáceres los rostros más conocidos de la gaviota no podían ir por la calle sin ser descalificados a voces. Al final se ha impuesto la cordura y las aguas vuelven a su cauce. Hay pacto proporcional a la fuerza de cada cual y líneas rojas establecidas en defensa de la libertad, como en Valencia o Baleares, ensayo general de España.