Eduardo Uriarte, 17/10/11
Ninguna ciudad mejor que San Sebastián, acostumbrada a extender alfombras rojas a recién llegados, ningún palacio más apropiado que el de Aite, el de Franco, para recibir a sus hijos bastardos, pues ETA y sus acólitos es la auténtica descendencia que nos dejara el dictador. Sin embargo, a esta conferencia de paz, y también del conflicto, sólo le faltaba el nihil obstat democrático y a ello se ha aprestado el socialismo, uno de los partidos valedores de la Transición y la Constitución española, aunque no haya renunciado del todo, según épocas, y la actual lo parece, a aquel sindicalismo revolucionario largocaballerista que le permitiera colaborar con el dictador Primo de Rivera o pasarle por la izquierda al mismísimo Komintern. A ETA, para aparecer en espíritu en esta conferencia, incluso resucitar al tercer día, solo le faltaba entrar bajo palio, y éste se lo ha sostenido el socialismo vasco tras una nube de incienso de insoportable retórica.
Evidentemente tanta autoridad internacional y miembros de la social democracia no se presentan aquí sin conocer la opinión del Gobierno y del propio PSOE, pues los espontáneos ya ni siquiera se ven ni en las capeas. Este hecho, la asistencia de tanta personalidad afín a la II Internacional, provoca la sospecha de un nuevo giro en la política antiterrorista, que no duda en dignificar en todo lo que pueda su final. De ahí esta conferencia que otorga carta de naturaleza internacional al conflicto vasco para así convertir en combatientes de una causa digna a los terroristas vascos.
Quizás en este intento no todos sus participantes sean conscientes de lo que a ETA se le otorga no sólo a sus víctimas se les arrebata, sino lo que aún es más grave, también se le arrebata al Estado de derecho y al sistema democrático surgido desde la Transición. Pues el segundo acto de esta tragedia, que no payasada por su trascendencia aunque ambas sean teatro, residirá en una ETA resucitada negociando de igual a igual con el Estado en pos del inestimable fin de la paz tras la resolución del conflicto vasco propuesto por el nacionalismo.
La cultura pragmática y sindicalista de nuestro socialismo no le permite asumir la importancia de su gesto de bienvenida a una ETA, ya amortajada, con el inexplicable fin de hacer prevalecer su proyecto político –como si éste hubiera surgido ajeno a la violencia más aberrante- posibilitando que éste socave, bajo la excusa de que ya no existe terrorismo, las normas fundamentales que han regido nuestra convivencia. Ante esta falta de visión política y carencia de voluntad de hacer prevalecer el Estado de derecho lo más normal es que el ciudadano, ante el miedo hobbesiano que tal vacío provoca, busque en el nacionalismo étnico el amparo que el analfabetismo político provoca. Y la opción electoral del nacionalismo radical se verá privilegiadamente premiado.
No es la primera vez que hemos lanzado por la borda la convivencia democrática. Salvando las distancias y los momentos, y reconociendo que aquello fue aún peor, la decisión de participar en la revolución de Asturias sólo lo lamentó de verdad Prieto muchos años después, tras hacer quebrar aquel sugestivo intento de convivencia democrática que fue la II República. Las consecuencias de la improvisación y el voluntarismo, a la postre, es la izquierda la que las paga muy caro.
Eduardo Uriarte, 17/10/11