NO HAY en todo el Congreso de los Diputados nadie que pueda competir con el presidente del Gobierno en sus roznidos, quizá porque él no es miembro del Congreso en puridad de conceptos desde que se dejó convencer por Patxi López para que renunciara a su acta de diputado y ahora va solo de oyente y de parlante, con voz pero sin voto.
El jueves, día de los inocentes, el doctor fraude compareció ante los medios en sesión de autobombo. Dijo muchas cosas, entre ellas que la exhumación de los restos del dictador está ya próxima. No supo precisar cuánto de próxima ante las preguntas de los periodistas, no quiso o no pudo poner fecha y dio una explicación aproximativa que en otro cualquiera habría sido de sentido común, pero no en él: «Si hemos esperado 40 años, unos meses más no es un problema».
Luis Garicano emitió desde Ciudadanos un trino bien traído: «Recuerdo un partido que le dijo eso cuando usted aprobó el decreto ‘urgente’ en agosto. @AlbertRivera usó casi las mismas palabras que usted usa ahora: ‘Esto, después de 40 años no se puede tildar de urgencia’». Urgente, debió decir en lugar del sustantivo, pero acierta en lo principal.
La increíble vicepresidenta del Gobierno de que se ha dotado el doctor fraude y que nos ha enjaretado a todos los españoles (y a las españolas, por supuesto) lo explicó con ese gracejo tan suyo, tan de cabra: «Miren, creo que sobre la urgencia de la exhumación de los restos de Franco, quien no quiera verlo, no lo ve. Ya está. ¿Cuándo si no?»
«En breve, en muy breve espacio de tiempo», anunció el ‘okupa’, pero ¿a qué le llama este hombre «muy breve espacio de tiempo»? Cuando anunció la buena nueva, en julio, era antes de que acabase el verano, pero el tiempo es material elástico para los gobernantes que no aprovechaban las lecciones de ‘Barrio Sésamo’.
Estuvo cumbre nuestro héroe. Después de la cumbre, Torra y él mano a mano, Sánchez dijo que el encuentro de Pedralbes «permite vislumbrar un horizonte de diálogo dentro de la ley y con acuerdos transversales». ¿Y las 21 propuestas del papel que le entregó su interlocutor y que él escondió celosamente a la opinión pública? «Eso son monólogos», respondió el doctor Sánchez, que recogió el papel y se lo llevó con mucho mimo para estudiarlos en casa.