BANDERAS DE ATREZO

ABC-IGNACIO CAMACHO

Iceta ha dejado al descubierto la impostura con que Sánchez encapsula el problema catalán en una burbuja de silencio

ALGÚN socialista con sentido de Estado, si es que queda alguien así en el desierto de Sánchez, debería recordarle a Miquel Iceta los fundamentos constitucionales. Sólo los más importantes, para no fatigarlo mucho, porque es evidente que no se los sabe. Los conceptos del poder constituyente y de la soberanía nacional, por ejemplo, que no son detalles marginales sino una noción elemental que ha de conocer y respetar cualquier político con ciertas responsabilidades. Se trata del núcleo primordial, el eje que organiza la convivencia, el principio base, y su ignorancia –peor si es voluntaria, porque entonces se llama desprecio– constituye una tara grave. Sin agobiar al hombre con pedagogías enojosas que ensombrezcan su frívolo carácter, bastaría con que le explicasen la cuestión clave: que el único sujeto soberano es el pueblo español, los ciudadanos de la nación entera, libres e iguales, y que por lo tanto los catalanes no tienen, ni ahora ni más adelante, ni con mayoría ni sin ella, derecho unilateral a separarse.

Iceta no es en este PSOE un dirigente cualquiera. Fue pieza determinante en la victoria del ahora presidente en las primarias internas y es el hombre que lo asesora sobre política en Cataluña, el que urde y negocia su estrategia, el que le susurra al oído acerca de tal delicada materia. A pesar de su talante más bien trivial gasta fama de buena cabeza porque en el páramo político de su tierra sobresale cualquiera que tenga cierto oficio y experiencia. Es un táctico hábil cuya habilidad maniobrera requiere que gente más sensata embride sus ideas para que no acaben pasando de presuntas soluciones a reales problemas. Y posee una acusada locuacidad –«casca mucho», como dice Arrimadas– que le ha ganado una reputación indiscreta: suele formular en alto y con aire presuntuoso cualquier ocurrencia propia o ajena. Él fue el que destapó el invento del relator, el que propuso indultar a los líderes de la revuelta y el que ha aconsejado a los separatistas que pospongan la secesión una década y vayan mientras reuniendo la mayoría para obtenerla. En «Berria», una publicación del mundo posetarra por más señas: el sitio justo y adecuado para ponerle fecha a un proceso de independencia.

La rajada de Iceta ha puesto a su jefe en un aprieto. En la campaña sanchista, el problema catalán está encapsulado en el más absoluto ninguneo. Simplemente no existe, ni en el programa ni en los argumentos. Silencio, silencio: La Moncloa no quiere debates antipáticos que causen desasosiego o estropeen el clima zen con el que pretende convertir a su candidato en un postizo líder de centro. Y de repente, la facundia de su imprudente consejero ha dejado la impostura al descubierto. Las hilera de banderas de España en que envolvió la triunfal presentación de su proyecto no eran más que un paramento hueco. Prótesis ideológica, tramoya, atrezo.