Basta

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 29/12/13

· Los nacionalistas siguen siendo los mismos. La «singularidad» que exigen es el peaje que tenemos que pagarles para que sigan con nosotros.

Hubo un momento, allá cuando el Estado de las Autonomías empezaba a mostrar sus primeras grietas, en que nos preguntábamos: ¿qué nacionalismo es más peligroso, el vasco o el catalán? Entendiendo por peligroso el que más posibilidades tenía de alcanzar la independencia. Había quien apostaba por la vía vasca de la bomba y el tiro en la nuca, o bien por la catalana de pactar con el gobierno de turno, sacarle lo que pudieran y alcanzar su objetivo paso a paso.

La situación de fondo no ha variado. Ambos nacionalismos siguen buscando lo mismo –separarse de España, manteniendo el mercado español–, pero las circunstancias han cambiado: ETA ha dejado de asesinar (los optimistas dicen porque ha sido derrotada, los pesimistas, porque ha sacudido el árbol lo suficiente para recoger las nueces), mientras en Cataluña, tras un bajón brutal de los socialistas, los nacionalistas se han convertido en la fuerza dominante y casi única. Podría incluso hablarse de inversión: ahora, los radicales, los que buscan el choque y están dispuesto a saltarse las leyes, son los catalanistas. Mientras los euskaldunos se contentan con «una mejora legal del estatuto». Claro que tienen ya lo más importante, el control de sus impuestos. Se trata de conseguir algún otro privilegio. Algo a lo que ningún vasco va a oponerse. Quienes posiblemente nos opongamos seremos el resto de los españoles, por lo que significaría de aumentar las desigualdades.

Pero, con los papeles cambiados, los nacionalistas siguen siendo los mismos. La «singularidad» que exigen es el peaje que tenemos que pagarles para que nos hagan el favor de seguir con nosotros hasta alcanzar su último objetivo: la plena soberanía. Con un as en la manga: «Podemos sacar al Gobierno central más ventajas que ninguno de los dos grandes partidos nacionales», dicen a sus vecinos. Lo que es cierto. Y ¿a quién amargan unos impuestos más bajos? PPV y PSC combaten en Cataluña y País Vasco con un brazo atado.

Continuar esta partida trucada, que dura desde el primer día de la Transición, sólo les beneficia a quienes nacionalidades, estatutos, autonomías, son sólo estaciones de paso hacia la independencia. Formas de ir desligándose de España, aunque España esté y, a ser posible, siga estando a su servicio.

Ellos lo tienen muy claro, aunque no lo admitirán nunca. Nosotros, no. Queremos engañarnos a nosotros mismos, aceptamos su «singularidad» –cuando la única singularidad admitida en democracia es la del individuo, siempre que no signifique superioridad– y cedemos a su chantaje, mientras avanzan, sutil o broncamente, hacia su meta. Es inútil la prudencia, la paciencia o la templanza con ellos. Es hora de decir «Basta». Por nosotros y por ellos. Pues esa meta, que sin duda significaría una mutilación dolorosa para España, no sería el paraíso que el nacionalismo promete a catalanes y vascos, especialmente a los que se sienten también españoles. Sería, como todos los nacionalismos identitarios, un infierno. Y, encima, fuera de la UE.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 29/12/13