ARCADI ESPADA-EL MUNDO

SE HA dado un notable equívoco con la alusión de El Valido a la llamada vía eslovena como modelo de una futura independencia de Cataluña. En modo alguno se trata de que los nacionalistas hayan introducido por vez primera la violencia en su imaginario. Hace tiempo que lo está. Introducida y practicada. Desde el momento en que decidieron saltarse la ley, y por lo tanto abandonar la vía democrática, los nacionalistas incluyeron la violencia entre sus métodos. O hay ley o hay fuerza. No hay equidistancia posible. Un determinado grado de violencia, desde luego. A diferencia de los nacionalistas vascos no incluía el tiro en la nuca. Aunque sí la acción violenta de las masas. Cuando el 1 de octubre la Policía se presentó en los colegios electorales para requisar las urnas ilegalmente dispuestas, los nacionalistas no cedieron gentilmente el paso, sino que, amparados en su decisión y su número, trataron de impedir por la fuerza el cumplimiento del mandato judicial. Días antes hicieron lo mismo frente al departamento de Economía de la Generalidad. La llamada no violencia es un mito. Si además, se proyecta contra una democracia el mito añadido es su legimitidad.

Así pues lo que hizo El Valido en Eslovenia y el ex consejero Comín en Bélgica cuando anunció que el tramo final de la independencia sería «dramático» y se pagaría «un precio alto e injusto», no es introducir la violencia, sino los muertos. Y aún se debe afinar algo más: no matanzas sarajevas, por así decirlo, sino una cosa más razonable y asumible. Una cosa eslovena. Eslovenia y Cataluña siempre se han tenido un cierto faible mutuo, no en vano Liubliana se da un cierto aire a la propia Barcelona y no en vano, tampoco, ambas comunidades tienen una excelente opinión de sí mismas y, en especial, de sus autosonrisas. El Valido venía a plantear lo que en catalán se llama un capmàs, un tanto alzado: 60 muertos. Una cifra modesta, atendiendo a la dimensión histórica del objetivo. Una matanza con seny. Deduje al leerle que, en su fanatismo, se dirigía a las masas que hace un año desertaron de la plausibilidad del reto: bueno, la verdad es que 60 muertos entre dos millones es un 0,003 de probabilidad estadística. Y eso sin contar que algunos bien podrían estar en el otro bando, con lo que aún se relativiza más el riesgo. Las cuentas de El Valido incluían una previsión relacionada: que con 60 muertos bastaría. Y es en este bastaría, más que en los muertos, donde está la clave de bóveda de su llamada al sacrificio.

Hace muchos años Ángel Colom, un histórico del nacionalismo y de la agitación callejera, dijo con énfasis que «la independencia de Cataluña no valía ni un solo muerto». En más de cinco años de Proceso no se lo he vuelto oír a ninguno de los insurrectos.