Desde que la nueva marca de Batasuna salió de la clandestinidad, todos pivotan en torno a por la izquierda abertzale. Su hoja de ruta empuja con tal fuerza al resto de partidos que a algunos les cuesta sostener el palo de la vela democrática, en un estado de despiste transitorio que cuesta descifrar.
Después de dos años de colaboración en el pacto de gobierno, la nueva Batasuna está consiguiendo lo que no ha logrado aún el PNV. Que el Ejecutivo de Patxi López y su socio preferente, el PP, estén atravesando una etapa de recelos provocados por declaraciones confusas del lehendakari que han tenido que ser debidamente aclaradas a petición del popular Antonio Basagoiti. Desde que la nueva marca de Batasuna salió del armario de la clandestinidad, todos han actuado pivotados por la izquierda abertzale. En Euskadi apenas se habla del resto del planeta. Batasuna-Sortu todo lo inunda. A favor, en contra. A medias. La izquierda abertzale sigue apoderándose del centro de atención, y lo que no parece tener remedio: Batasuna les confunde.
A Txema Morales, una de tantas víctimas de las amenazas del terrorismo de ETA que tuvo que abandonar el País Vasco un mal día, se le ha quedado grabado en la retina de su memoria que a su hijo de 9 años le llamaban «txakurrita», recuerda (el diminutivo de ‘perro’, como se les denominaba a los funcionarios policiales en los ambientes abertzales). Su testimonio, como el del exconcejal socialista Nico Gutiérrez y el de tantos exiliados forzosos, ha podido hacerse un hueco estos días entre la marea de mensajes, imágenes, cabeceras y portadas de los medios de comunicación sobre la nueva marca electoral de Batasuna-Sortu. La hoja de ruta de la izquierda abertzale, que en la manifestación del pasado sábado contó con la presencia de algunos dirigentes del PNV, va empujando con tal fuerza al resto de partidos que a algunos les cuesta sostener el palo de la vela democrática. No sabemos si se confunden. Pero, desde luego, transmiten un estado de despiste transitorio que cuesta descifrar.
Desde el PNV, su presidente, Iñigo Urkullu, notablemente preocupado por que el «victimismo» de la izquierda abertzale, si al final resulta ilegalizada, provoque una dispersión del voto nacionalista, se conforma con reclamar que se legalice a Sortu en vez de exigir a esta marca de Batasuna que rompa definitivamente con ETA. En el círculo de colaboradores del presidente Zapatero se propone, como gran hallazgo, que Batasuna, para ganarse la credibilidad que no tiene, debería negarse a seguir siendo instrumento de ETA rechazando, por ejemplo, participar en ninguna mesa extraparlamentaria en la que se negocien contrapartidas por el cese de la violencia. Que renuncien, en definitiva, a la raíz de su promoción, que no ha sido otra en 25 años que ejercer un contrapoder , siempre que han podido, a las instituciones democráticas desde los foros paralelos. En fin, que Batasuna les confunde. Tanto que el propio lehendakari ha dejado algunas perlas sobre el tapete que han sido recogidas por su socio preferente, el popular Antonio Basagoiti, quien, en privado, le ha pedido explicaciones. Suele ocurrir cuando los políticos transmiten un mensaje confuso que genera polémica. Que, una vez organizado el revuelo, recurren al consabido latiguillo de autodefensa «me lo sacaron de contexto».
Al lehendakari se le ha entendido, y ahí está la infalible hemeroteca para asistir a los periodistas como arma imprescindible de trabajo, que no mantendrá el pacto con el PP por encima de la necesidad de lograr la paz. A los socios preferentes, que mantienen su lealtad a este Gobierno aunque reconocen que han pasado por momentos en los que se ha generado mucha confusión, les sonó raro. Y Basagoiti le hizo llegar al lehendakari que no va a ser un socio «con las manos atadas», que una cosa es que sean discretos y otra muy distinta que vayan a comulgar con ruedas de molino.
Si el pacto de gobierno mantiene a los dos socios en el objetivo común de la deslegitimación del terrorismo y ninguno de los dos ha cambiado sus prioridades, no hay motivos para pensar en una desafección. El problema surge cuando una de las dos parte detecta que ha empezado a ser considerada un lastre por la otra durante la incómoda etapa del examen electoral. Esa percepción la ha tenido Antonio Basagoiti cuando vio que, de repente y a modo coral, surgieron varias voces en la familia socialista equiparando al PP con la nueva marca de Batasuna, afirmando que ambos estaban diciendo cosas que nunca antes habían dicho. Y Patxi López ha tenido que dar explicaciones al presidente del partido que le apoya y, a la vez, predicar en la parroquia nacionalista para tranquilizar a su adversario. No se siente rehén del PP. De la misma forma que su antecesor no se sintió rehén, recuerda el lehendakari, de los que ocasionalmente le apoyaron para que dirigiera la legislatura.
Pero no es lo mismo. Y es de justicia situar a cada cuál en el lugar que le corresponde. A Ibarretxe le apoyó la marca de Batasuna en la tregua del 98 y con buenas palabras alusivas al rechazo de la violencia y, más tarde, se rompió esa alianza en mil pedazos porque ETA volvió a matar. Y Batasuna dependía de ETA. A Patxi López la está apoyando un partido sin sombra de duda que no tiene que demostrar ante nadie su trayectoria democrática.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/2/2011