Be basque

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 02/02/13

· ¿Qué quiere decir la apelación de que seamos vascos? ¿Que quizá no lo seamos aún, no en suficiente grado, o que lo seamos de forma desviada, descuidada, no ortodoxa?

Ya estábamos sobre aviso por la declaración del lehendakari Urkullu de que a él sólo le servía el traje vasco. No sé hasta qué punto es importante para los ciudadanos vascos lo que su presidente pueda considerar como el traje ajustado para él personalmente, al menos en la medida en que ese traje no sea obligatorio para todos ellos. Además, de dicha declaración no se desprende si el lehendakari considera que el traje vasco pueda estar hecho de paño español, de lana australiana, con diseño italiano o distribuido por una cadena sueca. Lo único que puede preocupar es tener a un lehendakari de un solo traje, como aquello de que había que estar prevenidos ante los hombres de un solo libro.

Ahora nos han revelado que Euskadi renuncia a presentarse bajo el manto de España para atraer turistas extranjeros –me imagino que con extranjeros no se incluye a los españoles, que siguen siendo una fuente importante del número de turistas que nos visitan y a quienes no renunciamos, espero–, y que Bilbao y Bizkaia apuestan por el eslogan ‘be basque’ para promocionar esta parte de Euskadi que es Bizkaia con su capital Bilbao.

No sé si la llamada para ser vasco se entiende como un mandamiento, el primer mandamiento del buen bilbaíno y del buen vizcaíno, pero realmente suena a apelación que obliga: ¡sé vasco! Suponiendo que sepamos con alguna exactitud en qué consiste ese ser vasco. Pudiera entenderse por medio de aquel otro eslogan de hace algún tiempo que decía: euskaraz eta kitto! Es decir: habla en euskera y punto! Porque ese mandamiento se encontraría con alguna dificultad a tenor de una estadística sobre los usos de las dos lenguas oficiales en las escuelas vascas a las que se referían los medios de comunicación el mismo día en que se anunciaba la elección del ‘be basque’.

Esas estadísticas decían, resumiéndolas, que los alumnos no universitarios vascos viven el euskera como una lengua académica, válida para el aula de la escuela, pero no para vivirla en el recreo, fuera del aula, en la vida diaria normal, no escolar, en la que se utiliza preferentemente el castellano. Euskaraz eta kitto! ha hallado su camino hacia el aula, pero lo ha perdido en la vida real, en esa vida que es tan importante para el futuro de la lengua, de cualquier lengua.

¿Qué quiere decir la apelación de que seamos vascos? ¿Que quizá no lo somos aún, no en suficiente grado, o que lo somos de forma desviada, descuidada, no ortodoxa? A veces piensa uno que eso de ser vasco es un pequeño misterio, porque conoce demasiadas personas que se consideran el paradigma de lo vasco que ni saben euskera, ni conocen apenas nada de la historia vasca, no saben nada del folklore cantado tradicional vasco y se mueven mucho mejor en los grupos internacionales de rock o en el hit parade de los concursos de cantantes futuros en alguna televisión española.

La respuesta a ese misterio puede estar en aquel papel enorme que hace unos años colgaba entre las escaleras que forman uno de los patios centrales de la facultad de Ciencias Sociales y de la Información en Lejona: «Garena izateko bidean-en camino para llegar a ser lo que somos». La verdad es que esta frase, este eslogan refleja a la perfección no la esencia del ser vasco, sino el núcleo de todo nacionalismo: exigimos algo porque somos diferentes, pero en realidad todavía no somos lo que debemos ser, con lo que el fundamento de la exigencia se muestra de dudoso carácter al menos.

Por los mismos días, un líder nacionalista reflexionaba con las palabras de que en Euskadi existe una sociedad que mira y ama al país. ¿Será el país algo distinto a la sociedad, de forma que la sociedad mira al país como algo exterior a sí misma? Existe una sociedad, pero hay algo más, algo distinto, algo exterior a la sociedad misma, un país, o el país al que se mira, se ama, se admira, se le ofrece vida y esfuerzo. ¿Será que ser vasco consiste en la capacidad de ver ese algo distinto, superior, más alto, más exigente, digno de amor y consideración y que no es la sociedad ni quienes la componen?

A uno se le antoja que cuando entramos en este tipo de consideraciones esencialistas algo empieza a ponerse borroso, nublado, envuelto en nieblas, y que en ese ambiente enrarecido aparecen figuras y personajes muy conocidos de la sociedad real, pero que en ese ambiente enrarecido plantean, cual magos de lo desconocido, exigencias para que se les entregue el alma, pues ellos son los gestores de esa cosa borrosa que es lo superior y distinto a la sociedad real.

¿Será el ‘be basque’ la llamada a entrar en ese espacio que solo se puede barruntar, para el que hace falta guías especializados que pueden conducirnos a la tierra prometida, una obligación y promesa al mismo tiempo, una especie de bautismo –que algunos han querido transformar en bautismo de fuego– que nos purifique de todas nuestras fallas y que nos permita llegar a la plenitud de la realidad vasca? No debe ser casualidad que recientemente los nacionalismos periféricos comiencen a usar profusamente el término plenitud, plenitud estatal, plenitud nacional, como si estuviéramos en la antesala del final del camino para llegar a ser lo que somos.

Reflexionando sobre estas cuestiones de la mano de la llamada incluida en ese llamamiento a ser vasco, poco a poco me han venido a la mente otras referencias que no sé si serán válidas porque nos son vascas de origen, pero que no están ausentes de nuestro lenguaje político. Recordaba que tras los términos autodeterminación, autonomía, autogobierno se encuentra el griego ‘autós’, que significa ‘yo mismo’ y que sustantivizado forma la palabra autismo. Y que la definición griega del ‘idota’ es aquel que es el más él mismo, el más parecido a sí mismo que nadie.

Y se me encendía en el corazón la esperanza de que ese ‘be basque’ no me despierte en mis sueños como el ‘menel, tekel, fares’ («contado, pesado, dividido») que se le aparecía como amenaza a Nabucodonosor y le producía sudores fríos.

JOSEBA ARREGI, EL CORREO 02/02/13