CARMEN MARTÍNEZ CASTRO-EL DEBATE
  • Sánchez no les ha permitido a los socialistas ni siquiera guardar un piadoso silencio ante las escandalosas andanzas de su mujer, les ha exigido que las aplaudan puestos en pie
Esas fueron las palabras mágicas del Comité Federal celebrado ayer por los socialistas, el abracadabra destinado a romper la pétrea lejanía del César cabreado, el conjuro que les permita evitar el vértigo de la espantada del caudillo. Todo lo demás, las arengas guerracivilistas, los cantos de amor al líder, incluso los manifestantes de la calle y la banda sonora de Rafaella Carrá no eran más que el decorado necesario para poner en escena ese mensaje único e imprescindible: «Begoña, compañera, estamos contigo».
María Jesús Montero, oficiando de suma sacerdotisa del aquelarre, hizo la ofrenda y la concurrencia, disciplinada, correspondió como se esperaba. Todos en pie y aplaudiendo hasta el agotamiento. Tan importante fue ese momento que el realizador del acto nos ofreció además las imágenes de los militantes concentrados en la calle Ferraz y vimos que ellos también aplaudían fervorosos. Ellos también están con Begoña.
Sánchez ya puede anunciar el lunes que se queda; le ha doblado la mano a su partido también en este último pulso. Después de obligarles a tragar con las sucesivas derrotas electorales, los pactos con Bildu, los indultos, el acuerdo con Puigdemont y la amnistía, ahora les ha exigido otro acto de sometimiento como es avalar los indecorosos negocios de su mujer. Y el partido, una vez más, se ha humillado ante el líder.
Begoña, compañera, estamos contigo: ya puedes seguir firmando cartas de recomendación a empresas para que ganen concursos públicos, puedes seguir tratando con comisionistas y conseguidores, puedes seguir pidiendo pasta para ese máster tan atípico y puedes continuar con tus visitas a diplomáticos africanos en calidad de esposa del Presidente del Gobierno para facilitar tus actividades privadas. Begoña, compañera, estamos contigo, puedes seguir construyendo una carrera profesional que jamás tendrías si no fuera por tu cercanía con el poder. Nuestro apoyo es tan rotundo y tan inquebrantable que, si un juez osara tocar un pelo de tu cuidada melena, ya sabe que se enfrenta a la ira infinita del Partido Socialista y la alerta antifascista dictada por Rosa Villacastín y Silvia Intxaurrondo.
Hubo un tiempo en que en las reuniones del PSOE estaba prohibido aplaudir a la dirección; ayer se celebró un Comité Federal solo para dar coba a su líder. También hubo un momento, hace casi ocho años, en que el Partido Socialista le impidió a su secretario general abocar al país al abismo de una tercera repetición electoral y le obligó a dimitir. Pero ese partido ya no existe. Lo de ayer fue la inmolación moral de toda una organización ante la ira destemplada de su caudillo.
Todo este vodevil de la carta no ha sido más que el último chantaje y acto de fuerza en una relación tóxica y abusiva. Sánchez no les ha permitido a los socialistas ni siquiera guardar un piadoso silencio ante las escandalosas andanzas de su mujer, les ha exigido que las aplaudan puestos en pie. Lo ha conseguido, los socialistas se han puesto en pie para aplaudir a Begoña, pero en realidad les tiemblan las piernas ante el horizonte que espera al PSOE cuando Sánchez salga de escena.