Iñaki Arteta Orbea-Editores

Hay películas que justo al final se tuercen. Un segundo acto pleno de acción donde el bien se enfrenta al mal con toda su artillería pacífica conduce a un tercer acto que ineludiblemente tiene que dirigirse, tras algún “giro” sorprendente, hacia un final, pero… de tan inesperado, muchas veces ese giro nos proporciona un momento desazonador.

Mientras escribo esto, miles de personas se manifiestan como cada año en favor de los presos de ETA. Como la actual situación de pandemia impide realizar la manifestación que todos los años se hace en Bilbao, se harán concentraciones en cada pueblo, para reivindicar una vez más el regreso a casa de los presos vascos (de ETA), así como de los “exiliados”. Organiza SARE, grupo que se autodefine como “red ciudadana plural que trabaja fundamentalmente para reclamar el final de la dispersión de los presos vascos en las cárceles de toda la geografía española”. El lema para esta ocasión es “Bidea gara” (Somos el camino). “El camino de regreso a casa de los presos y presas, exiliados y exiliadas vascos. El camino hacia la convivencia y la paz”, dice SARE. “Euskadi en marcha” dice Urkullu, “Nos mueve Euskadi”, son varios de los slogans empleados a lo largo de los años para dirigir al pueblo prometido siempre en clave dinámica.

El camino está marcado en esta ocasión. Un camino de salida en dos tiempos, primero hacia las cárceles de Euskadi donde esperarán tranquilamente a que el Gobierno Vasco formalice la transferencia de la gestión de las cárceles para en segunda fase ir mejorando rápidamente las condiciones de su internado para culminar con la llegada a sus pueblos en clamoroso homenaje público. Luego ya se verá, desde luego tantos años de lucha no van a quedarse sin la mínima recompensa de tener un discreto puestecito de trabajo vinculado al mundo abertzale. Asesores en ayuntamientos, jefes de prensa y para los que se han aplicado y han terminado una, dos o tres carreras habrá alguna plaza en la universidad,… y algunos de ellos acabarán en la política. Solo son 218 personas, habrá trabajo para todos. ¿Qué hay de malo en ello? le gustaba decir al ex lehendakari Ibarretxe.

Otro lehendakari, Ardanza, valoraba en una reciente entrevista (17nov20) que la coalición EH Bildu se implique en la gobernabilidad (de España) y que “definitivamente entren en la senda que les marcaba el padre (PNV)”. “Es como ver a los hijos pródigos volver a casa”, añadía. Por fin sabemos de quién eran hijos los muchachotes de la ETA, entendemos eso de “la casa del padre” y aquello de “los chicos de la gasolina” que acuñó Arzallus.

Desde que el presidente Sánchez y su ministro Grande-Marlaska aceptaran la propuesta del PNV con el diseño del final de la dispersión y de todo lo que en consecuencia venga después, para apoyar la moción de censura contra Mariano Rajoy, el plan se ha ido cumpliendo: acercamientos de presos de ETA, progresiones a segundo grado y traspaso de competencias carcelarias al Gobierno vasco.

Mertxe Aizpurua, que perteneciendo a EH Bildu no tiene nada que ver con ETA, como todo el mundo sabe, ha visitado recientemente a varios presos de la banda: Un tal Aguirrebarrena que asesinó al periodista López de Lacalle, Aitor Cotano que puso una bomba en un cuartel, mató al guardia civil Juan Manuel Piñuel e hirió a otras 20 personas, Zigor Orbe que quemó un autobús con el conductor dentro, Jon Bienzobas que asesinó a un trabajador de Iberduero y a Tomás y Valiente y Manex Castro, asesino del empresario Ignacio Uría, entre otros. Uno de ellos Henri Parot, condenado por 82 asesinatos, estaría entre los 10 primeros en el ranking mundial de asesinos en serie de la historia según Google. Asesinos múltiples todos ellos que según el Gobierno han aceptado la legalidad vigente y han pedido perdón por sus acciones mediante un sencillo formulario que firmaría cualquier otro sádico que tuviera la suerte de que se lo pusieran delante. Mertxe les habrá dado buenas noticias para este año nuevo: el plan va muy bien. Hay que tener un poco más de paciencia y ya. El Gobierno español dice que esos acercamientos son estrictamente legales y el Gobierno Vasco adaptará la legalidad carcelaria a su medida para que todo siga fluyendo hacia la conveniencia, perdón, quería decir, convivencia, claro.

Supongo que para los que conocieron de cerca a víctimas de su propio partido alguna patadita les dará la conciencia al ver semejantes maniobras de acercamiento simpático al club de los asesinos.

Yo me pregunto si no sería también interesante para que el Gobierno culminara esta operación dejándola redonda, que a todos estos 218 terroristas que quedan por salir, más a los que ya han ido saliendo, se les preguntara por los más de 300 asesinatos cometidos por su “empresa” aún sin resolver. Quizás entre ellos, sus abogados y Otegi se podría completar esa laguna con informaciones interesantes que de justicia se les debe a las víctimas. Esto no parece estar en ningún plan.

La tendencia política del momento es la que se desprende de todas estas actuaciones. Tanta encuesta a ver si el Rey nos gusta o hay que moverle la silla un poco, pero en ninguna aparece la pregunta acerca de “¿qué le parece que asesinos de ETA se vean beneficiados por el Gobierno a cambio de acuerdos presupuestarios?”. No me atrevo a aventurar el resultado de tal pregunta, pero ¿no debería preguntarse algo así?

Son muchas contemplaciones para gente de tan poco fiar. Entiendo que, para muchos, la esperanza en que las cosas no vayan tan mal como fueron, es simplemente aspirar a que ya no se elimine físicamente al adversario, lo que justificaría desechar la necesaria cuestión del reconocimiento de ese inamovible pasado que, por fortuna, las hemerotecas custodiarán para siempre.

 Son una pena estos análisis de la realidad que la embarran en un lodo de auténtica basura mal oliente. La basura del pragmatismo o, en este caso, de una miseria moral que se camufla entre discursos buenistas.

Este año 21, con o sin pandemia, se escribirá en nuestra historia como el de la pasarela a la libertad de los últimos asesinos de la gran organización terrorista de nuestro país. Que no me hablen del relato, porque relato es lo que está quedando. Esta cosa es el relato.

De alguna manera tenía que acabar esta película. Mientras, la ciudadanía expectante, otorga con su silencio. “No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿Quién hablará?”, dijo otra víctima, Primo Levi.