Juan Carlos Viloria-El Correo
- Los vaticanólogos creen que este será el cónclave más imprevisible
Con la desaparición del papa Francisco se cierra una etapa en la Iglesia católica que ha supuesto una agitación considerable en la proyección vaticana sobre el mundo. Abrió los brazos a los no católicos y a la periferia global, como ningún otro, lo que explica lo popular que fue entre la izquierda. La última visita de Francisco fue a una cárcel. Todo un símbolo. Uno de sus grandes éxitos ha sido salvar la imagen de marca de la Iglesia, en sus horas más bajas por los escándalos de pederastia.
Desde su elección en 2013 abrió muchos frentes doctrinales y reformistas, aunque pocas de las reformas las acabó llevando a término. La incógnita, a pocos días de que se inicie el cónclave, es si el próximo Papa dará continuidad al bergoglianismo o se producirá el presumible pendulazo hacia una posición más conservadora como sugiere el director emérito de L´Observatore romano, Giovanni María Vian. Lo contrario no sería por falta de previsión de Francisco porque, una de las pocas reformas que consiguió concluir, fue la del Colegio Cardenalicio.
El Papa nombró cardenales que, teóricamente, estaban en su misma longitud de onda. De la nueva curia, una especie de parlamento de la Iglesia, que decidirá el nombre de quien dirija los destinos de la Iglesia, 163 de los 252 cardenales fueron nombrados por Francisco; de los cardenales que tendrán derecho a entrar en la capilla Sixtina con derecho a voto 22 fueron nombrados por Benedicto XVI, 5 por Juan Pablo II y 108 por el papa Francisco.
El Papa tiene libertad total para nombrar cardenales y es el acto más discrecional de los que dispone; el papa decide solo, nombra a quien quiere y, cuando quiere y, al final, los cardenales son criaturas del Santo Padre. Ha doblado el número de prelados africanos que ahora son 14 aunque, paradójicamente, no son los más reformadores sino más bien lo contrario. De hecho, a principios de 2024, un comunicado conjunto de los cardenales africanos, afirmando que ellos no aplicarían la decisión de Francisco sobre la bendición de las parejas homosexuales, le obligó a dar marcha atrás.
Benedicto XVI, teólogo de la armonía entre fe y razón, defendió que la Iglesia no debía renunciar a proponer, en el debate público, el orden político católico que, a su entender, no deja de ser el orden político natural. Podría pues, surgir la sorpresa porque las contradicciones de este pontificado han sido tan evidentes que es normal esperar una reacción. Como apuntan los vaticanólogos cuando el péndulo se desliza hacia un lado, es natural que después vuelva hacia el otro. Según María Vian, después de Francisco «los cardenales buscarán un hombre que devuelva paz y unidad a la Iglesia». Pero todos coinciden en que este cónclave será más imprevisible que los anteriores.