Iñaki Ezkerra-El Correo

  • No hay ninguna ley natural que diga que las mujeres deben llevar los ojos pintados

Es una cuestión que se dirime en la pista del debate ideológico, pero que ha cuajado en la vida social española. Voy a una cena de amigos y alguien muestra en la conversación un explícito rechazo hacia la nueva acepción que ha adquirido, de la mano de las ciencias sociales, el término ‘género’ en nuestros días: «Yo es que no soporto esa dichosa ideología de género que nos meten hasta en la sopa para crear leyes absurdas. Las personas tenemos sexo; género tienen las cosas».

Uno advierte que en esos comentarios se mezclan temas que deberían tratarse por separado. Uno no acaba de ver una amenaza, ni una ideología siquiera, en el mero aterrizaje del concepto de género en el debate de los sexos. Uno es que asume que el término y el propio concepto de sexualidad se quedan cortos para definir todo lo que de educacional hay en los roles masculinos y femeninos. En efecto, llevar pantalones o faldas, como el pelo corto o largo, no es algo que dicte la biología. No lo es hasta el punto de que esos hábitos hace tiempo que dejaron de ser atributos específicos y diferenciales del hombre y la mujer. Creo que no es difícil entender que no hay ninguna ley natural que diga que las mujeres deben llevar los ojos pintados o maquillarse o depilarse. Todo eso responde a una construcción cultural de lo que en unas épocas y en unos países concretos dimos en considerar masculinidad o feminidad. Aceptar para toda esa parafernalia cultural y estética el término de ‘género’ no es ningún disparate ni algo que nos obligue a tragar con todas las extravagancias legislativas del populismo. Y haría bien la derecha en entrar en el debate intelectual sobre el género en lugar de hacer lo que hace ahora: o negarlo, como si la Naturaleza o la Biblia marcaran las modas de la lencería, o comerse con patatas la Ley de Violencia de Género y toda la hiperbólica demagogia de la izquierda. En este país nunca se debate nada.

Vuelvo a la cena de marras. El enemigo del género nos pone el ejemplo de un experimento que circula por las redes sociales y en el que a una pareja de chimpancés le ponen delante una muñeca y una pistola. En el vídeo se ve cómo la hembra elige el simulacro materno de la primera opción, mientras el macho se lanza a por el arma y apunta con ella a la cámara. «Para que luego digan que la Naturaleza no dicta los papeles sexuales», concluye el detractor del género. Es en ese momento cuando su mujer recuerda que de niña odiaba las muñecas y pedía a los Reyes Magos unas cartucheras de cowboy. Y es también el momento en el que su hijo veinteañero confiesa que no le gusta el fútbol, aunque su hermana sea una forofa. Es el momento en que nuestro hombre cambia de tema. Lo dicho: en este país nunca se debate nada.