Nacho Cardero-El Confidencial

  • Vamos hacia un panorama político sumamente atomizado donde hasta el escaño más aislado puede valer una ley audiovisual

Hay una eclosión de optimismo en Extremadura como hacía tiempo que no se recordaba. “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevas tierras, sino en ver con nuevos ojos”, dijo Marcel Proust, y ese es el proceso iniciado por las instituciones, empresas y sociedad civil de la región con el objeto de sacudirse los injustos estereotipos que arrastran aquellas tierras, la ‘milana bonita’ y el tren de los horrores que conecta Badajoz y Madrid, y empezar a reivindicarse aprovechando el maná proveniente de Bruselas, con unos fondos europeos que privilegian a las CCAA más despobladas, y unos recursos naturales, los yacimientos de litio, que se erigen en el nuevo oro negro. 

El mayor dinamizador de esta estrategia es el propio presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, quien se ha implicado en primera persona, ejerciendo de imán para esos grupos de inversores tanto nacionales como extranjeros que buscan destino (y facilidades) para sus proyectos. Lo hace por convicción, pero también como eficaz método de defensa frente a esas plataformas que, en torno al concepto de la España vaciada, están floreciendo como setas amenazando el ‘statu quo’ de los dos partidos grandes, PSOE y PP, y alzando la voz en representación de unas regiones que están vacías de habitantes, pero repletas de escaños en el Congreso de los Diputados y en los parlamentos autonómicos, en palabras de Ignacio Varela.

Otro de los que estuvieron presentes fue Mañueco, quien no por nada acaba de anunciar elecciones en Castilla y León para el 13 de febrero

No por casualidad, Fernández Vara fue uno de los presidentes autonómicos que rubricaron el documento que alumbró el foro de Santiago de Compostela, donde se encontraban representados el 62% del territorio nacional y solo el 25% de la población total, documento que encerraba una serie de compromisos bajo el paraguas de la lucha contra la despoblación y que lo que pretendía, en realidad, era evitar la fuga de votantes en favor de este ejército de formaciones locales. Las aspiraciones de Fernández Vara no se encuentran actualmente amenazadas por ninguno de estos movimientos, pero pudieran estarlo, al igual que ocurre con el resto de presidentes autonómicos que acudieron al cónclave de Santiago, que han visto las orejas al lobo. 

Otro de los que estuvieron presentes fue Alfonso Fernández Mañueco, quien no por nada acaba de anunciar elecciones en Castilla y León para el 13 de febrero. El presidente de la Junta ha esgrimido desavenencias con su vicepresidente Francisco Igea, de Ciudadanos, para justificar el adelanto de los comicios, una explicación un tanto peregrina. Las razones objetivas parecen bien otras. A saber: poner en marcha una cascada de elecciones autonómicas que consoliden el poder territorial del PP y dejen en evidencia al PSOE, arrinconado por la pandemia y el dudoso horizonte económico, y, por otro lado, privar de tiempo a las formaciones locales de Castilla y León para evitar que se articulen y, sobre todo, encuentren financiación.

La maniobra parece haber surtido efecto, pues la convocatoria ha pillado con el pie cambiado a las agrupaciones de la comunidad que forman parte de la plataforma España Vaciada. Soria ¡Ya! ha anunciado que sí concurrirá a la cita de febrero. Burgos también lo hará. Del resto de provincias, hay serias dudas. Cuando se pregunta a los expertos de dónde llegan estas papeletas, no se ponen de acuerdo si de la izquierda o de la derecha o de ambas por igual. Lo que parece meridianamente claro es que si estos partidos consiguen varios escaños, como apuntan los sondeos, será imposible que Mañueco consiga su anhelada mayoría absoluta y tendrá que negociar con ellos. 

De ahí el escalofrío que recorre la columna vertebral de PP y PSOE, tanto monta, monta tanto, por miedo a este fenómeno inédito en la política española y a la presión emergente que pueda ejercer electoralmente, capitalizando el olvido al que estas comunidades han estado sometidas durante décadas por culpa de una Administración central que no necesitaba de ellas y a las que siempre respondía con la misma cantinela: a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. 

La España vaciada será sin duda el fenómeno que marcará este 2022 y ejercicios venideros de la misma forma que lo hicieron en su día Podemos, Ciudadanos o más recientemente Vox. Si alguien pensaba que tras el pinchazo de los dos primeros estaríamos de vuelta a un bipartidismo imperfecto, que se olvide. El sistema de partidos vigente hasta 2015 se lo ha llevado el viento y ya no volverá, por muchas rogativas que se escuchen en el Salón de los Pasos Perdidos. 

Algo es seguro: de tanta sopa de siglas, al próximo Congreso de los Diputados no lo va a reconocer ni la madre que lo parió 

Las formaciones locales serán decisivas en los próximos comicios, aunque sus efectos todavía se encuentren bajo la superficie y las encuestas sean incapaces de calibrar las dimensiones del fenómeno. Vamos hacia un panorama político sumamente atomizado donde hasta el escaño más aislado puede valer una ley audiovisual o una consejería en Valladolid. El error sería caer en la misma tentación que el nacionalismo vasco y catalán, consistente en sacar los escaños justos y necesarios para condicionar la acción de gobierno y llevarse, a cambio, un botín identitario con el que contentar a los militantes y poder seguir aumentando la base social. Algo es seguro: de tanta sopa de siglas, al próximo Congreso de los Diputados no lo va a reconocer ni la madre que lo parió.