Falta menos de un mes para el congreso de Sortu donde se elegirá la nueva dirección del partido, el zuzendaritza batzordea, (o el acrónimo ZUBA) que es como se conocía al Comité de Dirección de la banda terrorista ETA. En el ZUBA de Sortu va a seguir mandando ETA. La dirección va a proponer, ha propuesto ya, a la mitad de los dirigentes con que va a contar el nuevo órgano directivo de Sortu. Las almas pías no podían imaginárselo, pero han visto con sorpresa que uno de los quince propuestos para la nueva, ma non troppo, directiva, es el último responsable del aparato político de la banda terrorista, David Pla.

Hay algunos nombres más entre los 15: Arkaitz Rodríguez, secretario general que fue condenado a seis años por pertenencia a banda armada en el caso Bateragune. Él compareció junto a Otegi en Aiete para decir que nunca debió producirse el dolor de las víctimas de ETA. Otegi fue el terrorista que condujo el desembarco de los miembros de ETA político-militar en ETA (m) en 1984. Su especialidad fueron los secuestros, un suponer el de Javier Rupérez y el del empresario Abaitua, por el que fue condenado. Kiskitza Gil de San Vicente fue condenada en Francia por pertenencia a ETA; Elena Beloki es la que menos cambios va a experimentar, porque mantendrá en Sortu el mismo cargo que en ETA, responsable de relaciones internacionales. A los 47 años pidió y obtuvo un permiso carcelario para practicar la inseminación artificial, que no se le logró, seguramente por la edad. Otros terroristas que van a ser convalidados como agentes de la paz son Haimar Altuna, Nuria Altzugarai y Oihana San Vicente.

Los dirigentes del PSE se han sentido más impresionados por el fichaje de David Pla, por más que Elena Beloki ha hecho pareja artística con terroristas muy cualificados: Josu Ternera, Santi Potros e Iñaki de Juana, mientras Pla era un tipo más bien cerril que acabó hartando a Josu Ternera. Pla, definido por Arkaitz Rodríguez como “un hombre clave para apartar la violencia de ETA de la ecuación vasca”, fue el artífice de aquella pantomima de desarme frente a Manikkalingam y otro miembro del Grupo Internacional de Contacto. Fueron convocados por carta  a una reunión con encapuchados a quienes no habrían podido identificar, fueron llevados a una casa cuyo emplazamiento desconocían. Allí les enseñaron unas pocas armas: dos revólveres, una pistola, un subfusil, unos metros de cordón, ocho temporizadores y dos granadas, que no les dejaron tocar, qué menos para comprobar si están inutilizadas; luego dijeron: hala, a guardar, las metieron en una caja de cartón que sellaron con cinta de embalar y se llevaron. Manikkalingam fue llamado a declarar por la Audiencia Nacional y en ese momento decidió no volver a pisar España. Para encontrar un esperpento parecido habría que remontarse a noviembre de 2006, en que ETA quiso romper la tregua de Zapatero con un atentado contra el Palacio de Justicia de Burgos. El comando se volvió con la faena sin rematar, porque no encontraron su objetivo. Se perdieron en Burgos. Como si Burgos fuera Nueva York.

El ongi etorri de David Pla a la dirección de Sortu, precedido por el de Mikel Antza en su declaración judicial, la presencia de Otegi y Rodríguez en la capilla ardiente de Troitiño y seguido por el que dieron en Pamplona a Iñaki Etxeberria ‘Mortadelo’.

«Ellos sabrán a quien tienen que poner y a quién no», ha dicho el secretario del PSE. Sí lo saben, claro que lo saben. Ya lo verá Andueza cuando las bases elijan a los otros quince.