ABC-JON JUARISTI

Otegui manda en Bildu porque Bildu se inventó para que Otegui siguiese mandando donde mandaba

INSTADO un diputado de Bildu, en una tertulia televisiva del pasado martes, a que explicara por qué Arnaldo Otegui sigue mandando en su partido, coalición o lo que sea, respondió que también Aznar había puesto a un antiguo etarra al frente del Instituto Cervantes. Como es obvio que se refería a mi persona, creo tener derecho a hacer algún comentario al respecto.

Es verdad. Estuve en ETA y salí de ETA hace más de medio siglo. Tenía dieciocho años cuando me fui, y toda mi actividad clandestina hasta ese momento consistió en poner en contacto a la por entonces exigua organización abertzale (que se acababa de estrenar como grupúsculo terrorista de un modo bastante chapucero) con las juventudes carlistas del País Vasco, muy soliviantadas por la expulsión a Francia de Carlos Hugo de Borbón Parma, y que apostaban por la vuelta al pistolerismo (tenían muchas más pistolas que nosotros). La ETA que conocí por dentro no era muy diferente de otros grupúsculos de la extrema izquierda de la época. Predominaba en todos ellos un sentimiento de general estupidez. Siniestro, sin duda, pero no más siniestro que la dictadura a la que nos enfrentábamos de distintas maneras (todas ellas ineficaces, como no tardaría en demostrarse).

En mi fuero interno puedo estar arrepentido o simplemente decepcionado de haber participado en la poco heroica resistencia antifranquista desde las filas de ETA, pero nunca me avergonzaré de haber participado en la poco heroica resistencia antifranquista, aunque lo hiciera desde las filas de ETA, donde traté a algunas de las personas más generosas y valientes y a algunas de las más turbias y cobardes que he conocido en mi vida, pero a ningún asesino. Éramos propicios y favorables a la violencia, sin duda, pero la generación de la que formábamos parte, una parte muy minoritaria, no era una generación de enamorados de la violencia como la de los años treinta del pasado siglo, la generación de nuestros padres. Y eso nos salvó, porque, tras la desaparición de la dictadura, nos asimilamos a nuestra generación, que fue la protagonista de la Transición. La mayoría de los que pasamos por ETA en los años sesenta asumimos la democracia y, lo que es más, la defensa cívica de la democracia frente a ETA, en la que, también es cierto, permanecieron algunos de los etarras de nuestro tiempo.

La situación que describo no fue igual, pero sí comparable, a la de los disidentes del comunismo soviético, buena parte de los cuales había militado en el PCUS (entre ellos, el propio Solzhenitsyn). No diré, como André Glucksmann, que sea necesario haber ardido en las llamas de la estupidez y del fanatismo para combatirlos con eficacia, pero no viene mal haberlo hecho. Te ahorra una gran cantidad de vacilaciones y tonterías buenistas. Por ejemplo, sabes distinguir a primera vista un demócrata de un Arnaldo Otegui o de un Oskar Matute. El olfato ya nunca te fallará. Percibes el tufo a distancia. Te has hecho con lo que Hemingway llamaba un infalible y perpetuo detector de mierda

Yo no me escandalizo por el hecho de que Otegui mande en Bildu. Estoy seguro de que no todos los militantes, simpatizantes o votantes de Bildu son como Otegui, pero es evidente que en Bildu sólo pueden mandar tipos como Otegui. La ideología lo exige. Y me parece una melonada preguntar a Matute por qué manda Otegui en su partido, coalición o lo que sea. Manda porque Bildu está hecho a imagen y semejanza de Otegui, aunque no todos en Bildu sean como Otegui ni como Matute. No dudo que los habrá mejores y también peores como personas, pero no más demócratas y ni siquiera demócratas. Por eso están muy contentos de que los mande Otegui.