Editorial en EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 26/6/2011
Es necesario subrayar que si Bildu ha obtenido una cuota de poder local respetable ha sido gracias a la incapacidad de los partidos tradicionales -en especial el PNV-, que han preferido dar alas a la coalición a ponerle coto mediante pactos.
El aterrizaje de Bildu en las instituciones vascas -ayuntamientos, diputaciones y juntas- ha encrespado los ánimos de los grandes partidos, sobre todo del PP. Gestos políticos con mucho significado como impedir que los escoltas de los ediles amenazados puedan entrar en los ayuntamientos han inquietado a los estados mayores de las fuerzas no aberzales. Decisiones con un valor simbólico evidente -el número de preso de Arnaldo Otegi en la solapa del alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, y la retirada del retrato del Rey y de la bandera española de la sala de plenos del consistorio que preside- han hecho temer por la lealtad institucional y el respeto por la ley de la coalición. Otras circunstancias asociadas al ejercicio del poder -el acceso a la situación económica de cientos de miles de ciudadanos- son motivo de alarma para quienes ven detrás de Bildu el aliento de ETA.
A la vista de este panorama que muchos aprovechan para cargar las tintas y culpar al Gobierno de cuanto ocurre, conviene recordar que Bildu concurrió a las elecciones del 22 de mayo respaldada por una decisión judicial. Conviene recordar también que cosechó unos resultados excelentes después de una campaña en la que actuó en igualdad de condiciones con otras fuerzas. Y es necesario subrayar que si ha obtenido una cuota de poder local respetable ha sido gracias a la incapacidad de los partidos tradicionales -en especial el PNV-, que han preferido dar alas a la coalición a ponerle coto mediante pactos.
Durante la precampaña, estas mismas fuerzas -especialmente el PP- confiaron en que los jueces dejaran a Bildu extramuros del sistema para no tener que afrontar un dato incontestable: los partidarios de la izquierda aberzale representan a una importante minoría. En realidad, confiaron en que los magistrados les solventaran la papeleta para no tener que afrontar el desgaste político de pactos encaminados a contener a Bildu en las instituciones. Fracasada esta estrategia, no quisieron o no supieron reaccionar.
Lo cual no quita para que deba exigirse a los cargos electos de Bildu cumplir la ley y respetar los símbolos cívicos. Ningún éxito electoral puede interpretarse como un cheque en blanco, gusten o no las reglas del juego.
Editorial en EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 26/6/2011