Opinión, LA RAZÓN, 28/8/11
El domingo pasado, cuarenta pintadas de «Gora ETA» (viva Eta) aparecieron en el Arenal de Bilbao, la zona repleta de gente, música y casetas («txoznas») donde hasta hoy se celebraban las fiestas de la ciudad, la Semana Grande. Una brigada especial del Departamento de Interior colaboró con el Ayuntamiento bilbaíno para que los mensajes de aliento dirigidos a la banda terrorista desaparecieran de inmediato.
En apenas 24 horas no quedaba ni rastro. Hasta próximo aviso. La misma celeridad se empleó en la retirada de fotos y carteles de presos que se exhibían con intermitencia en algunas «txoznas» del recinto ferial. «Claro que los ponen, pero los quitamos inmediatamente», declaró a LA RAZÓN el consejero de Interior del Gobierno vasco, Rodolfo Ares.
Y es que los hay que no acatan las leyes, que las incumplen con saña. A pesar del control aparente, varias comparsas bilbaínas jugaron al gato y al ratón con la Policía durante toda la semana y consiguieron exhibir fotos o incluir pegatinas con la serpiente y el hacha. Algunas podían verse con facilidad en las vigas que sostenían las «txoznas» más populares.
La espectacular llegada a las instituciones vascas de Bildu ha alentado de alguna forma al sector más radical de los nacionalistas. Para sorpresa de muchos, Bildu se convirtió en mayo en la primera fuerza del País Vasco en número de concejales, 953 ediles, seguida del PNV, que consiguió 872. La izquierda «abertzale» dice haberse alejado de la violencia y afirma que el mérito de una mayor tranquilidad durante las fiestas de este año, sin apenas altercados, se debe a su presencia en las instituciones. Desde el PP y el PSE apuntan al cinismo y a la falsedad que encierra esa opinión, pero, al tiempo, hacen ver que «si ellos dicen ser responsables de la ausencia de violencia, también fueron culpables de ella», afirma Patxi López. En cualquier caso, la Ley no es la pauta a seguir entre los radicales, ahora bajo el amparo del poder en ayuntamientos y diputaciones.
A pesar de las palabras del lendakari, quien señaló el miércoles que «no se consentirán los intentos de cometer actos ilegales en lugares públicos. Nunca más va a permitirse el proselitismo del terror», algunas comparsas hicieron caso omiso a cualquier dictado fuera de su eterna canción de «lucha del pueblo».
Las comparsas prohibidas «Kaskagorri» y «Txori Barrote» retaron a la Audiencia Nacional el jueves a mediodía. A pesar de la prohibición expresa del magistrado Fernando Andreu de celebrar una comida en homenaje a los etarras –ya el Ayuntamiento había vetado la instalación de sus «txoznas» en el recinto por mostrar fotos de presos en 2009–, unas 70 personas se reunían alrededor de una mesa con la intención de homenajear a los terroristas. La mayoría eran muy jóvenes y llevaban camisetas naranjas en las que se leía «Kaskagorri» y «Txorri Barote».
Tanto el año pasado como éste, tuvieron que conformarse sin «txozna». Pero no sin actos reivindicativos. El auto del juez decía textualmente: «Se prohíbe la celebración de los actos homenaje convocados por la comparsa «Kaskagorri» a celebrar los días 25 y 26 en Bilbao», al entender que su celebración sería un «hecho ilícito por tratarse de un acto de enaltecimiento del terrorismo».
Mientras los comensales iban llegando al Arenal, sobre las 15:30, ya con los manteles de papel colocados, un portavoz de Bilboko Kompartsak declaraba que la reunión era «inocente». «Kaskagorri tiene el veto de no montar «txozna», pero ellos como comparsa son perfectamente legales, participan en actividades y comen como todo el mundo», agregó. La «txozna», efectivamente, no se instaló este año ni el pasado. Las mesas de madera, sin embargo, se colocaron a pocos metros de la ubicación tradicional de Kaskagorri. En el lugar exacto colgaba una pancarta blanca con letras negras: «Kaskarepresaliatzu», es decir, «represaliados», o lo que es lo mismo, presos de ETA. El auto del magistrado, en el razonamiento jurídico primero, lo deja claro: «Dicha terminología [oculta] lo que verdaderamente se pretende: un homenaje a los presos y demás personas del entorno de la banda terrorista ETA». No sirvió de nada.
La Prensa se había marchado. La Guardia Civil también. El acto fue rápido y preciso. Uno de los miembros de la comparsa fue leyendo uno a uno los nombres de personas que curiosamente coinciden con los «represaliados» reivindicados en la página web de la formación.
Daniel Portero, hijo del fiscal jefe de Andalucía Luis Portero, asesinado por ETA en 2000 y presidente de la Asociación Dignidad y Justicia, fue el encargado de interponer la denuncia aludiendo a la «humillación» que sufren los familiares de las casi 900 víctimas de ETA cuando los actos de los abertzales acaban celebrándose con total impunidad. Ya el miércoles por la tarde, las más de 30 «txoznas» cerraron en solidaridad con las dos comparsas inhabilitadas. Quizás pensaron que el cerrojazo boicotearía la fiesta, pero no fue así. Los bilbaínos y turistas acudieron a tabernas y bares del centro. Ocurrió igual el año anterior. Los comparseros se manifestaron como protesta por la «prohibición». Ya el viernes, unas 2.000 personas recorrieron las calles de Bilbao, entre gritos de «Euskal presoak etxera» (los presos vascos a casa). Representantes de Bildu solicitaron la legalización de Sortu (representación política de Batasuna) y concesiones a los presos etarras, exactamente las mismas exigencias señaladas por ETA para rendirse definitivamente. La polémica de Martin Garitano, dirigente de Bildu, también ha empañado estas fiestas populares. «No es el momento de reconocimiento de las víctimas», declaró, entre otros despropósitos. Antonio Basagoiti, lider del PP vasco, se mostró contundente: «Cuando se legitima una fuerza como Bildu, detrás de la que está Batasuna, pues es blanco y en botella», manifestó.
Cuando la Policía se va
Los miembros de las comparsas más radicales, entre ellas «Kaskagorri» y «Txori Barrote», sin identificarse, reconocieron sin problema que se saltan la Ley. «Cuando la policía se va, volvemos a colocar las fotos de nuestros familiares presos, como la de mi primo», explicó una bilbaína de 35 años. «Para nosotros eso no es delito, es libertad», sostenía un joven tras la barra de una «txozna» cercana al tradicional espacio ocupado por Kaskagorri. «Los detuvieron a ellos, sí, pero podíamos haber sido cualquiera. Kaskagorri somos todos», concluyó.
Opinión, LA RAZÓN, 28/8/11