Editorial, ABC, 20/8/12
EN los últimos días, Bildu, la coalición filoetarra que gobierna Guipúzcoa y San Sebastián, ha demostrado qué le espera al País Vasco en caso de que las próximas elecciones autonómicas le den alguna posibilidad de llegar a Ajuria Enea, sede del Gobierno vasco. Iniciativas como la de censar a los vascoparlantes o la de erradicar las corridas de toros en la capital donostiarra ya eran sintomáticas de una naturaleza autoritaria y totalitaria, propia de quienes han crecido al calor de los asesinatos, secuestros y extorsiones cometidos por la organización terrorista ETA. El episodio del asesor municipal que amenazó con pegar dos tiros a unos seguidores de la selección española de fútbol reveló el verdadero rostro de quienes se disfrazan de corderos para ocultar al matón camisa parda que llevan dentro.
La campaña organizada por ETA entre sus presos ha sido fielmente secundada por la izquierda abertzale, sin grandes manifestaciones, pero significativamente concentradas en San Sebastián. En definitiva, es el estilo de gobierno de quienes durante décadas han sido meros apoderados del terrorismo etarra. Que ahora prediquen las bondades del llamado «proceso de paz» no es más que una mascarada para vender mejor su objetivo de instalar a ETA en el control político del País Vasco y en la impunidad de sus crímenes. Por ello, los cabecillas de la marca política de la banda prosiguen con su desvergonzada defensa de los asesinos (encarcelados por sus crímenes o no) y no pararán en su presión (el chantaje es su medio natural) para consolidar su lamentable cuerpo electoral.
Las responsabilidades últimas de esta perversión consistente en tener a Bildu en las instituciones vascas son, por supuesto, de los votantes. Ya se sabe que la democracia parlamentaria no crea verdades ni valores, solo mayorías. Pero a Bildu le han beneficiado las torpezas de unos —como los seis magistrados del Tribunal Constitucional que le dieron el plácet— y las complicidades de otros —como los socialistas vascos, que le han dado un arropamiento impresentable—; en general, de quienes deberían haber tenido claro que el Estado de Derecho y democrático no puede aceptar la participación política de partidos alentados por terroristas.
Sin embargo, es el PNV el factor decisivo para que Bildu controle Guipúzcoa y la haya convertido en su laboratorio de experimentación. En su mano estuvo sumar sus votos a los del PP y del PSE para crear un frente democrático, necesario tanto para evitar la caída de Guipúzcoa en la estrategia etarra como para privar a ETA de un éxito tan relevante. Para las elecciones autonómicas vascas no se puede dar por seguro con quién se asociará el PNV, pero si su opción es Bildu la democracia en el País Vasco estará más cerca del demencial proyecto político de ETA que de un sistema moderno y europeo de libertades públicas y derechos fundamentales.
Editorial, ABC, 20/8/12