Tonia Etxarri-El Correo

Otegi sobreactúa porque ha detectado la debilidad de Pedro Sánchez

Cómo piensa exigir el Gobierno en funciones que se impidan los homenajes a los ex presos de ETA? Tiene instrumentos de coerción para hacerlo, cierto. Pero con la ley en la mano, sólo podrá requerir a los poderes públicos para que impidan actos humillantes para las víctimas del terrorismo y para todos aquellos ciudadanos demócratas que se indignan al ver que la izquierda abertzale sigue dando trato de honor a quienes asesinaron, secuestraron y extorsionaron durante tanto años. ¿Cómo reaccionarán los ayuntamientos de gobernanza radical abertzale cuando les llegue una carta de apercibimiento de la Delegación del Gobierno en el País Vasco para que eviten futuros recibimientos a los ex presos? A juzgar por el caso que han hecho al Parlamento vasco (que en 2008 aprobó una proposición no de ley en la que rechazaba los homenajes) no cejarán en su empeño. Afortunadamente ETA ya no está. Pero su legado permanece. Si el entorno de Otegi hubiera reconocido que la existencia de la banda terrorista no tuvo justificación alguna, se habría dado un gran paso hacia la distensión política.

Pero lejos de reconocer sus errores y horrores, se perpetúan en esa anomalía moral aplaudiendo públicamente a quienes fueron terroristas y se enorgullecen de ello. Sin encontrar mayor reproche institucional que el de un aviso o una amonestación. Una crítica contenida desde el Gobierno vasco, a lo sumo. Para llamarle demagogo por haber definido los homenajes a los ex presos de ETA como un «derecho al abrazo». Y eso es todo después de que Pedro Sánchez dijera en sede parlamentaria que mantiene con EH Bildu algunas diferencias con el pasado. ¿Qué hay de malo en ello? Otegi se viene arriba y sigue sobreactuando en tono de provocación. No hay nada de qué presumir. Pero lo hacen. Y a quienes les reprochan esa actitud les devuelven la baza diciendo que están utilizando a las víctimas. Y en esa red argumental se han envuelto muchos dirigentes socialistas.

Bildu va ganando terreno. Ha detectado permisividad institucional en estos momentos de debilidad política de Pedro Sánchez con sus pactos territoriales. De ahí que Otegi se haya permitido decir que los presos tendrán cada uno un homenaje cuando salgan a la calle. A no ser que se produzcan cambios en política penitenciaria. Un aviso a Pedro Sánchez. Y van unos cuantos. En Bildu están crecidos porque las circunstancias de los pactos ‘in extremis’ se lo permiten. Su abstención en la investidura de la socialista María Chivite es un dardo envuelto en papel inflamable. Ella no quería depender de la izquierda abertzale pero la ha necesitado para ser elegida presidenta de Navarra. Ha sido su opción frente a un gobierno constitucionalista. No podrá mover un dedo sin el consentimiento de los compañeros de Otegi. Los excesos expansionistas de la política nacionalista de la legislatura pasada (a la que planteó batalla ella misma junto a UPN) no los podrá frenar. Ni en los símbolos, ni en la imposición del euskera con programas de inmersión muy pormenorizados ni en la progresiva anexión a ‘Euskal Herria’ con la organización de un referéndum a la carta. No lo dice el centro derecha, que ganó las elecciones y ha pasado a la oposición. Ni los agoreros. No se trata de una hipótesis. Es una conclusión. Después de haber oído a EH Bildu. Que no se cansa de recordar a la nueva presidenta navarra que les debe el cargo. Mientras Otegi se pavonea de que su formación será determinante para el próximo Gobierno.

Desde el Ejecutivo vasco sostiene Josu Erkoreka que ‘Navarra suma’ sólo ve antidemocráticos los votos de Bildu cuando le interesa. Pero, en la gobernabilidad de Navarra, como muy bien sabe este portavoz, se trata de mucho más que de «coincidencia de votos». El proyecto identitario le conviene al PNV pero la nueva presidenta de un Gobierno con Geroa Bai y Podemos, apoyado por Ezkerra y avalado por Bildu se encontrará con muchas situaciones en las que tendrá que enmendar su propia trayectoria. Otegi, en su costumbre de retorcer el lenguaje, no ve ‘democratización’ hasta que «no sé de la ‘autodeterminación’».

María Chivite estará atrapada por quienes quieren diluir el sufrimiento de las víctimas en una ‘tarifa plana’ de dolor mezclado en la etapa de la dictadura y la democracia. Con el consentimiento de Pedro Sánchez, que dirige un partido que nada tiene que ver ya con el del desaparecido Rubalcaba que tanto añora el presidente aragonés Javier Lambán. Muy lejos de la centralidad que predica. Al tiempo.