Bipartidismo en crisis

EL CORREO 26/05/14
MANUEL MONTERO

· Nunca en unos comicios de este tipo habían sacado un resultado tan precario el PP y el PSOE. Sus mensajes de lucha cuerpo a cuerpo ahuyentan a los electores

No se han confirmado los augurios de que en estas elecciones aumentaría la abstención. El descontento social, que resulta obvio lo hay, no ha alejado a los ciudadanos de las urnas: la participación en las elecciones europeas sigue siendo muy reducida, del 45%, pero ha sido similar, unas décimas superior, a la de hace cinco años. La desorientación de los principales partidos sobre cómo afrontar la crisis no se ha traducido en una mayor desafección de los electores.

Lo que sí ha entrado en crisis ha sido el bipartidismo. Entre PP y PSOE obtuvieron en 2009 el 80% de los votos. Ahora no han llegado al 50%. Nunca en unos comicios de este tipo habían sacado un resultado tan precario. Su peor resultado conjunto fue el de 1989, y por entonces se movían en el 61%. Sus mensajes, centrados en su lucha cuerpo a cuerpo, están ahuyentando a los electores.

El PP ha ganado las elecciones, puesto que sigue siendo el partido más votado, y es posible que esta circunstancia anime al Gobierno a asegurar que ha obtenido un resultado airoso, sobre todo por mantener la distancia que tenía antes con los socialistas. Pero su sangría de votos resulta estrepitosa, del 42% al 26%, 16 puntos menos, con una bajada de ocho europarlamentarios. No hay precedentes de una caída semejante.

Sólo es comparable a la que experimenta el PSOE, también quince puntos (del 38% al 23%), nueve parlamentarios menos, con el agravante de que su punto de partida era inferior. Ha perdido aproximadamente el 40% de los votos que tenía hace cinco años. Es un desastre sin paliativos, al margen de que en alguna comunidad autónoma haya salvado los muebles. El poder desgasta y la oposición demuele. Los socialistas habían cifrado sus esperanzas en recortar distancias con el PP, como augurio del retorno al poder. Los resultados aniquilan tal política y abrirán la lucha interna encarnizada.

El desarrollo de la campaña electoral, reflejo de su política de estos años, proporciona algunas explicaciones para las caídas. Al margen de que los planteamientos iniciales no parecían particularmente boyantes, a partir del impresentable desliz de Arias Cañete los socialistas se lanzaron en tromba hacia un argumento único, la cuestión del machismo, mientras el PP no entraba a este trapo… ni a ningún otro. ¿Lo confiaba todo a que el elector resignado acabara votándole como un acto de fe? La última semana se ha centrado exclusivamente, por el lado socialista, en mostrar una suerte de superioridad moral. Del PP no llegaban más que lemas evanescentes, solo el augurio de una recuperación que no llega a percibirse socialmente.

Pero la gran noticia de estas elecciones ha sido el ascenso e irrupción de los pequeños partidos. Diez siglas han obtenido acta en el Parlamento europeo: nunca se había producido tal fenómeno. El abandono del centro por parte del PSOE y su discurso izquierdista no le ha funcionado, ni su drástica oposición a los recortes. Son los partidos a su izquierda los que han recogido este descontento, quizás porque en esta cuestión tienen más credibilidad. IU, que triplica sus europarlamentarios, ha obtenido un resultado espectacular, con casi el 10% de los votos. Pero la estrella de la jornada electoral ha sido Podemos, la principal contestación desde la izquierda al sistema de partidos de estos años. Su 8% y 5 diputados cambian de momento a la izquierda española, por primera vez desde la transición, con un movimiento del todo nuevo.

Entre UPyD y Cs, que han concurrido por separado –en una decisión difícil de entender–, han obtenido casi otro 10%. Sus cuatro europarlamentarios consolidan a UPyD, que tenía uno; y los dos de Ciudadanos le dan su sitio en la política nacional. Cabe pensar que las ambigüedades que sobre la cuestión catalana presentan el PP y PSOE (indefinición de la política a seguir e indefinición ideológica, respectivamente) habrán pesado lo suyo en la emergencia de este nuevo ámbito político.

Había una cuestión clave en estas elecciones, qué sucedería en Cataluña. Y, efectivamente, tendrán una gran influencia al respecto. En primer lugar, no ha habido una oleada de votos soberanistas, como cabría pensar sucedería dentro del ‘proceso nacional’. Ha subido la participación con respecto a hace cinco años, pero en parte se debe a que entonces el apartamiento catalán con respecto a las europeas fue espectacular. La abstención se ha movido en los niveles que se dan en toda España, pese a que en teoría Cataluña vive una efervescencia soberanista que no se ha traducido en las urnas. Tanto o más importante que lo anterior: ERC ha superado en votos a CiU, de modo que el liderazgo de Artur Mas en el proceso nacional queda en entredicho. Constituye un caso único, el de un político cuyo protagonismo activo se salda con netas pérdidas políticas.

En el País Vasco las elecciones han tenido también su importancia, puesto que se confirma la hegemonía del PNV y la presencia política de Bildu, al tiempo que PSE y PP no se recuperan del batacazo que sufrieron en las elecciones autonómicas. Ninguna revisión de sus políticas permitía augurar otra cosa.

Notarán ustedes que, pese a que han sido elecciones europeas, no nos hemos referido a qué resultados ha tenido el europeísmo en los comicios, tal y como se han solventado en España. En esto, hay que resignarse: nuestros partidos apenas se han referido a Europa en las elecciones. Para ellos, lo importante era qué sucedía en el panorama político español. Por eso la dimensión local es lo más importante de los resultados electorales.