La avería del bipartidismo

ABC 26/05/14
IGNACIO CAMACHO

La regresión de los partidos cardinales puede desembocar a medio plazo en una crisis de ingobernabilidad inédita

La diferencia actual entre el PP y el PSOE se mide en términos de cohesión política. La de los populares se ha revelado lo bastante compacta para resistir, aunque con fortísimo desgaste, no solo la actuación calamitosa de un candidato sino el impacto negativo de sus políticas sobre sus propios sectores naturales de apoyo. Esa es la clave de la corta victoria de ayer, en la que Rajoy se ha dejado muchos pelos en la gatera para lograr sostener una pírrica y poco confortante primacía tras dos años críticos. Los socialistas, en cambio, no solo no han podido reconstruir la consistencia perdida tras el desplome del zapaterismo pese al severo retroceso del respaldo al Gobierno, sino que están bastante peor que antes y por la izquierda siguen sufriendo una auténtica sangría. La derrota puede liquidar el liderazgo de Rubalcaba y tal vez provocar a plazo inmediato una catarsis interna.

Las dos fuerzas mayoritarias reciben un más que preocupante castigo que resquebraja la estructura bipartidista de la política española. El disperso mapa electoral que se perfila tras seis años de deterioro social y económico encierra una importante incógnita a medio plazo, y es la de si la significativa regresión de las grandes fuerzas tradicionales permitirá en el futuro un Gobierno estable. No lo parece con los datos de ayer porque el avance de IU y UPyD es insuficiente para convertirlos en bisagras sobre las que articular mayorías. Si no se produce una corrección de ese impulso fragmentario y al menos uno de los dos partidos cardinales y/o otro de los intermedios incrementan de manera sensible su facturación, las generales de 2015 pueden desembocar en una crisis de ingobernabilidad inédita desde la refundación democrática.

La jornada confirma también la tendencia dispersiva del voto hacia plataformas o candidaturas de nuevo cuño, alguna de inquietante sesgo extremista como Podemos, surgidas del desencanto político. Un fenómeno habitual en las elecciones europeas que se acrecienta en estos tiempos de decepción social y fuerte cuestionamiento del sistema y de sus instituciones. La tendencia apunta a consolidarse porque las épocas de descontento y el fracaso de las experiencias convencionales provocan en los ciudadanos la necesidad de sincerarse consigo mismos en detrimento del llamado voto útil.

En cualquier caso resulta arriesgado establecer tesis categóricas a partir de una convocatoria electoral que por su propia condición descomprometida –la gente no termina de ver la utilidad del Europarlamento—tiene mucho de espejismo sociológico. El resultado de ayer es la foto, algo distorsionada por una abstención tan alta como usual, de una sociedad hastiada pero también consciente de que se trata de una especie de ensayo en el que puede permitirse ciertas licencias , incluida la de no votar, sin mayor coste de responsabilidad ciudadana.