Juan Carlos Girauta-ABC

  • Si las bisagras han sido territoriales -nacionalistas o regionalistas- es porque solo pueden ser eso

Un partido bisagra no es un partido de verdad sino una gestoría, a ver si nos dejamos de chorradas. No es posible tener un proyecto nacional merecedor de tal nombre, una visión integradora de las mil facetas de la cosa pública que sea coherente con ciertos valores superiores, y presentarse al público con vocación de calderilla. Tenga, los sesenta céntimos que le faltan. Siempre a su disposición. Para servirle.

Se entiende que aquellos a los que les faltan los sesentas céntimos tiren del bienqueda, loen su apertura de miras y elogien la virtud de las bisagras. También es admisible, porque así es la vida, que alguien que aspira a gestionar el país según ciertos principios -un partido de gobierno- se estrelle electoralmente. Siempre puede mantener sus principios, debatir la conveniencia de seguir o no seguir, de fusionarse con otro, etc.

Se entienden muchas cosas, salvo las metamorfosis contra natura, que horripilan. Pero aquí se ha dado cuenta todo dios de lo increíblemente rentables que son los partidillos. Porque Teruel existe, Valencia se compromete, Canarias se coaliga. Más crudamente, porque la vieja y podrida Convergencia (no te escondas) o el eficacísimo desigualador PNV combinaron a la perfección su condición de hegemones territoriales con el chalaneo en Cortes.

Sorprende al diputado novato que desea ejercer su puesto de verdad -esto es, representando al conjunto del pueblo español- que la mayor parte del tiempo en los plenos se consagre a letanías de agravios provincianos. Como el Tribunal Constitucional está como está, se ha normalizado que se jure el cargo por el pueblo valenciano o por la clase trabajadora gallega. Con lo fácil, solemne y clarificador que sería dar por nula cualquier cosa que no fuera «sí, juro» o «sí, prometo».

Si las bisagras han sido territoriales -nacionalistas o regionalistas- es porque solo pueden ser eso, porque lo otro, como ha quedado dicho, es una aberración. Voces bienintencionadas celebran que las mayorías puedan formarse con bisagras sin sombras de parcialidad. Es un espejismo. Todo partido bisagra es un negocio y trabaja para intereses parciales. Sin olvidar que el sueño de los bienintencionados no se ha materializado nunca.

Algunos creímos que era posible levantar un partido de gobierno capaz de obtener algún día una mayoría, aunque fuera simple, ocupando un espacio entre el PSOE y el PP. Pensábamos que era la única vía para la necesaria y urgente regeneración de España. No salió. Fair play: se hizo lo que se pudo, adiós y gracias. Ninguno de los espectadores que contempla la política como la mera consecución del poder por el poder entendió nunca que aquella formación, que ya no existe, rechazara las ofertas recibidas para entrar en el gobierno. No concebían algo tan sencillo como la limitación estructural de un socio de gobierno minoritario. Podemos, para quien el poder lo es todo, ha aprendido algo de eso.