Miquel Giménez-Vozpópuli
- Se habla mucho de blanquear al fascismo, pero no hay nadie que hable de hacer lo mismo con el comunismo. ¿Por qué?
Ambas ideologías, nefastas y totalitarias, han sido condenadas por la Unión Europea, aunque tal parezca que lo licito es tan solo enarbolar la bandera antifascista. En cambio, a poco que uno declare su profunda aversión por esa monstruosidad que ha supuesto el comunismo para el ser humano, se expone a que lo tilden de nazi. No exagero. Una ministra del gobierno, Ione Belarra, ha definido este domingo a Ayuso y a Vox como “Nazis a cara descubierta”. Nadie la ha llamado al orden. El mismo Sánchez habla de frenar la amenaza de ultraderecha, de que no sería normal que Ayuso ganase y se apoyara e Vox para formar gobierno, que se trata de salvar a nuestra democracia.
Sánchez, habituado a negociar con Bildu, herederos de la tristemente célebre ETA, calla que su socio de gobierno, Podemos, ha justificado por boca de Pablo Iglesias a la banda terrorista, llegando a decir que podía entenderse su actuación por razones políticas. Tampoco dice nada acerca de Esquerra, que acude a homenajes a etarras con sonrisas en los labios. No opina de la violencia cupaire ni de que el secretario del PCE, por cierto, sustituto de Belarra en el cargo que dejó vacante, haya dicho que está a favor de Otegui o que sueña con asesinar a los reyes.
Esto viene de lejos. Se dio por bueno que legalizar al PCE era la prueba del algodón de la democracia y nunca se les pidieron cuentas por su conducta en la República ni en la guerra civil. Hablar de memoria histórica es estupendo, siempre que se sepulte la matanza de Paracuellos, las checas, el odioso SIM o los asesinatos, incluso de personalidades de izquierdas como Andreu Nin. Aquí parece que solo mataban y cometían atrocidades unos, mientras los otros eran seres de luz. Eso se debe a que el comunismo ha gozado de patente de corso a lo largo de estos cuarenta años. Al PSOE le parecía de perlas disponer de un altavoz que dijera lo que ellos, a fuer de social demócratas financiados por el dinero de la Fundación Friedrich Ebert, tenían que callar. Ahora que ese comunismo se muestra a cara descubierta ya es tarde para dar marcha atrás. No es extraño que personas como Fernando Savater digan que, a pesar de ser de izquierdas, votaría a Ayuso. O que reputados chefs como Jordi Cruz, más cerca del independentismo que otra cosa, se manifieste en el mismo sentido. De ahí que urge de manera perentoria, si estamos interesados en preservar una democracia cada día más erosionada por la campaña de desgaste que está desarrollando la izquierda, decir que de blanquear al fascismo, nada, pero al comunismo, tampoco.
El debate político es imposible ganarlo si antes no vence en el debate cultural. Por eso Iglesias se marcha de los debates. Lo suyo es el discurso á là soviètique
Ya está bien que artistas, intelectuales, periodistas o personajes populares vayan glosando un comunismo del que saldrían pies en polvorosa si realmente acabase imponiéndose en la nación sin que nadie les cante las cuarenta. Ya está bien de tanta consigna intoxicadora. Porque ni Vox es fascista ni mucho menos Ayuso. Esta situación sería totalmente intolerable en cualquier país europeo, en el que un gobierno que albergase a personajes que soñaran con asesinar al jefe del estado, simplemente, no tendrían cabida en la vida pública. De todo lo que ha dicho Iglesias a lo largo de estos años, pagado por oscuras faltriqueras, excuso hacer el inventario, Alguien así también sería impensable que hubiese llegado a la vicepresidencia del gobierno.
No hay que blanquear más al comunismo. Hay que decir lo que son, lo que representan a lo largo de su historia, y empezar a explicar quién fue Stalin, Lenin o Beria, Mao, Pol Pot, el Che, Castro, Maduro. Que eran los Gulags, las purgas, el Holomodor, los campos de los Khmers Rojos, la Revolución Cultural maoísta. Y, sobre todo, quienes fueron la Pasionaria, El Campesino, Líster, Negrín o Carrillo. El debate político es imposible ganarlo si antes no vence en el debate cultural. Por eso Iglesias se marcha de los debates. Lo suyo es el discurso á là soviètique.
Decía Sócrates que la injusticia es un vicio del alma y eso es precisamente lo que supone dialogar con una ideología tan abrumadoramente inhumana como el comunismo. Un error que no podemos cometer quienes amamos la libertad. No contemporicen más. Vencerlos en las urnas, esa es la única manera de conjurarlos.