Del Blog de Santiago González
La primera víctima mortal de ETA después de la aprobación del Estatutode Autonomía fue un socialista. Era fotógrafo, se llamaba Germán González y fue asesinado en Urretxu, el 27 de octubre de 1979. Entre Germán González e Isaías Carrasco, asesinado el 7 de marzo de 2008, jornada de reflexión de las segundas legislativas que había de ganar Zapatero, ha habido otras diez víctimas socialistas: Enrique Casas, Vicente Gajate, Fernando Múgica, Tomás y Valiente, Fernando Buesa, Juan Mª Jáuregui, Ernest Lluch, Froilán Elespe, Juan Priede y Joseba Pagazaurtundua.
ETA había incluido a políticos entre sus víctimas, desde que en 1973 asesinó a Carrero Blanco. Después de la protovíctima de Urretxu, la segunda fue el senador Enrique Casas, asesinado el 23 de febrero de 1984, en puertas de las elecciones autonómicas que se celebraron el día 27. Pero fue a partir de 1995 con Gregorio Ordóñez cuando los políticos, principalmente concejales, empezaron a constituirse en objetivos destacados, en aplicación de la estrategia de ‘socialización del sufrimiento’. El año más cruento fue 2000, en el que ETA asesina a tres socialistas relevantes: Fernando Buesa en febrero, Juan Mª Jáuregi en julio y Ernest Lluch en noviembre. El atentado contra Buesa tuvo algunos significantes. Ibarretxe sustentaba su Gobierno en un pacto de legislatura con Euskal Herritarrok, la marca adoptada por Herri Batasuna en su carrera permanente para soslayar la ilegalización. El pacto había sido firmado en mayo de 1999 por las dos figuras más destacadas del grupo parlamentario abertzale: Arnaldo Otegi y Josu Urrutikoetxea, conocido como Josu Ternera, el jefe operativo de la banda terrorista que se había hecho con acta de diputado. Dentro del grupo había otro terrorista en activo: Jon Salaberria Sansinenea.
Los parlamentarios de EH no condenaron el asesinato del portavoz del PSE en la cámara vasca y Juan José Ibarretxe no se creyó obligado a romper el pacto que mantenía con ellos. Arnaldo Otegi coincidió con sus colegas socialistas en el parlamento sin dirigirles la palabra, ni siquiera un cínico ‘tenemos que hablar para que esto no vuelva a ocurrir’. La Policía ocupó a ETA tiempo después fotos de Fernando Buesa obtenidas dentro del Parlamento Vasco, en su escaño. Ibarretxe blanqueó entonces a los cómplices de ETA y a ETA misma igual que hoy Sánchez con EH Bildu. Todo había empezado con el plan de paz de Zapatero, en el que los socialistas ni siquiera consiguieron ser tratados con un mínimo de respeto por sus interlocutores. En las actas del Comité Ejecutivo de ETA (ZUBA) llamaban a los socialistas vascos ‘los gorrinos’.
El 29 de julio de 2000 el comando Buruntza de ETA asesinó al exgobernador civil de Guipúzcoa, Juan Mª Jáuregui. Aquel verano, los mismos terroristas asesinaron también al empresario José Mª Korta, al directivo de El Diario Vasco, Santiago Oleaga y al sargento de la Ertzaintza, Mikel Uribe. Uno de ellos, Ibon Etxezarreta, participa en el documental de Jon Sistiaga, ‘Zubiak’, en cuyo primer capítulo es agasajado con un bacalao con pimientos por la viuda de Jáuregui. Etxezarreta ha obtenido el tercer grado o régimen de semilibertad de la generosidad del ministro Marlasca, aunque no ha cumplido la exigencia legal de colaborar con la Justicia. Todo era desmemoria al declarar durante el juicio contra Soledad Iparragirre, ‘Anboto’: «No lo sé … no lo sé … Yo recuerdo haber estado con una mujer… pero no sé si era María Soledad o María Pepita de los Palotes… punto».
No hay dos sin tres. El 21 de noviembre era asesinado en Barcelona Ernest Lluch. Su asesina, Lierni Armendariz, ha sido otra agraciada en los 103 acercamientos del ministro Marlasca, 27 de los cuales tienen delitos de sangre. Todo para que les ayuden a aprobar unos presupuestos. Hace cuatro años, Pedro Sánchez publicó un tuit, esa unidad mínima, muestra sin valor de su pensamiento en el que resumió su intervención en Málaga (en el video de arriba):
“Ernest Lluch fue asesinado por aquellos que no pudieron soportar ese grito de libertad y de concordia. Nosotros, compañeros y compañeras, el Partido Socialista Obrero Español, es el partido de la libertad, y aquellos que hoy ensalzan a Otegi y le llaman ‘hombre de paz’ convendrían (sic) que recordaran las palabras y la memoria de Ernest Lluch”.
Hoy quien ensalza a Otegi es él, mientras el secretario general que Otegi tiene al frente de Sortu, Arkaitz Rodríguez, señalaba el camino: “nosotros vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”. Decía Casado con metáfora precisa que “Podemos se está comiendo al PSOE”. Con la ayuda de los herederos de ETA, habría que añadir. Este inútil ha reinventado la parada nupcial de la mantis religiosa, pero en versión ménage à trois. O quizá cama redonda: con él se comerán a España.