Jorge Sáinz-Vozpópuli
  • La década de poder del matrimonio Iglesias-Montero languidece entre los acordes de una canción de Marea. Galapagar es la viva imagen de la soledad de Podemos.

Hay en la única foto política digna de tal mención en esta Semana Santa una especie de nostalgia por el paso del tiempo. La década de poder del matrimonio Iglesias-Montero languidece entre los acordes de una canción de Marea. Hay una sensación de final del camino, de nuevos horizontes en el patio de una casa. Es el final de una era.

En 2024 se cumplirán diez años del sorprendente resultado de Podemos en las elecciones al Parlamento europeo del 2014. Una marea morada de votos llenó las urnas. Un éxito asentado en la frescura de sus mensajes frente al desprecio del establishment político y periodístico, que no entendió las necesidades del cambio de siglo.

Seguro que en aquella víspera de Pascua del 2014 o el 2015, y en Vallecas, el kalimotxo lo compartían Pablo Iglesias e Irene Montero con Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Miguel Urbán, quizá Ramón Espinar. Y la propia Yolanda Díaz se sumaría algunos años más tarde. Y Ada Colau, Manuela Carmena, Rita Maestre. Seguro que se hablaba de cómo iban a cambiar España, de arrebatarle al PSOE la hegemonía de la izquierda, de cómo su generación llamaba a las puertas de la gloria. Sonaba música de juventud. Los acordes inconformistas de La revolución no será televisada.

Todos han desaparecido de la foto. Algunos están en su casa, hartos. Otros han emprendido aventuras políticas diferentes. Lo que queda en Galapagar es la soledad de un patio de paredes ennegrecidas y agrietadas. Y una planta sedienta que apenas se mantiene en pie. Hay un vaso de agua en la mesa. La guitarra y una letra de Marea profética, porque el mandil ya rebosa de un porvenir que ni ellos probablemente soñaban hace diez años. El sueño se hizo realidad. El Gobierno era esto. Legislar también es fallar a la gente.

José Luis Ábalos, arquitecto de la coalición, solía decir en privado que Podemos cabía en Galapagar, que la formación morada no podía entenderse como un partido político al uso. Por eso la imagen del sábado es profética. Es una imagen de soledad. Seguramente Ione Belarra y Pablo Echenique podrían aparecer en esa foto. ¿Kutxi Romero, quizá algún día invitado? Y hablarían de Pedro Sánchez y de cómo arrastrar y someter al PSOE. Y seguramente, según avanzase la velada y sonase la guitarra, ya no hablarían de manifas, sino de cómo conciliar su vida con la de sus hijos.

Pero el tema central de la conversación sería Yolanda. Y por qué se ha vuelto contra ellos. De tantas traiciones. De la nostalgia de los amigos perdidos en el camino por sostener el poder. Y de cómo ahogar las penas en las letras de los Marea en lugar de encenderse contra el poder con Kase.O. El problema es que Kase rima contra el poder que ellos mismos representan.

A la misma hora que la foto de Galapagar empezó a circular por todos los grupos de Whatsapp, Tania Sánchez -ex fija de los botellones políticos en Vallecas- hablaba de gestación subrogada en La Sexta. Una raya, pero de verdad, hubiera sido más emocionante. Por un instante, todos pensamos que teníamos entre manos el último giro de guion. El último conejo de la chistera de Pablo Iglesias. Dos semanas de debate sobre la legalización de la cocaína. Pero era la cremallera de un bolso. Tan inerte como Podemos.