JON JUARISTI – EL MUNDO – 13/12/15
· Tras setenta años de desvaríos modernistas, el PNV vuelve a sus esencias más rancias.
Un programa de la televisión autonómica vasca ofrece pintorescas indagaciones genealógicas acerca de famosos vascos de hoy con apellidos vascos, uno de cuyos alicientes consiste en revelar al invitado sus desconocidas relaciones de parentesco con alguna figura histórica de tronío, por lo general del ámbito del nacionalismo. Así te enteras, por ejemplo, de que los donostiarras hermanos Gabilondo Pujol, Iñaki y Ángel, periodista y catedrático respectivamente, comparten un antepasado del siglo XVII con José Antonio Aguirre Lecube, lendakari del primer Gobierno Vasco.
¡Como si tuviera misterio la cosa, con lo numerosos que somos los vascos con apellidos vascos! Sin ir más lejos, yo comparto con Sabino Arana y Goiri ancestros mucho más próximos que los de los Gabilondo y Aguirre. Vaya honor. Sabino Arana se habría horrorizado, de haberlo sabido, y no por mi españolismo, que dirían los abertzales (su propio padre se consideraba más español que la Parrala), sino porque Sabino Arana era antijudío hasta las mollejas. Lo mismo que José Antonio Aguirre, que evolucionó del antijudaísmo religioso hacia un antisemitismo de síntesis, gracias a su asidua lectura de los Protocolos de los Sabios de Sión, también libelo de cabecera de Onésimo Redondo.
Pero lo cierto es que el PNV pasó de una judeofobia castiza a un verdadero arrebato de amor hacia el Estado de Israel desde la creación del mismo en 1948, en el que se nos educó a los nacidos por entonces en familias nacionalistas. Supongo que algo tuvo que ver, además del nacionalismo, cierta envidia hacia la condición de víctima indiscutible de un genocidio que los judíos podían ostentar y los vascos no, mecachis. La envidia, como se sabe, es un sentimiento ambiguo y peligroso. Sin embargo, el hecho indiscutible fue que el partido de Sabino Arana se sacudió el antijudaísmo y se desprendió, poco a poco, del racismo de su fundador, que, por mencionar un detalle, nunca habría consentido que el portavoz de su partido en el Congreso se apellidara Esteban aun llamándose Aitor. Por eso me ha dejado confuso y estupefacto que el Ayuntamiento de San Sebastián y la Comunidad Foral de Guipúzcoa, dos instituciones gobernadas por el PNV, aparezcan como patrocinadoras de un «seminario internacional» de la ONG Boicots, Desinversiones y Sanciones, celebrado en el palacio de Miramar, esta semana, en colaboración con una ONG vasca, Mundubat.
Boicots, Desinversiones y Sanciones (BDS) es un movimiento creado en 2005 por 171 organizaciones palestinas (y propiciado por la escandalosa condena del Estado de Israel como racista en la Conferencia de la ONU celebrada en Durban en septiembre de 2001), cuyo objetivo consiste en arruinar dicho Estado y sustituirlo por uno palestino. Como observó gráficamente Bernard-Henri Lévy en Le Point, el pasado julio, BDS trata de coser sobre Israel la estrella amarilla. Y eso que todavía no se había lucido BDS por estos andurriales, boicoteando a cantantes, ni se había producido el ataque terrorista a la discoteca parisina Bataclan, también previamente boicoteada.
El martes próximo, BDS se presentará en Madrid, en acto auspiciado por el Consejo de la Juventud de España, pero tal acontecimiento no es chocante, ni por las gentes que mangonean dicho consejo ni por el subido color antisemita del gobierno municipal madrileño. Lo de San Sebastián, en cambio, me tiene pasmado, aunque no debería ser así. Tenía que haberlo sospechado ante estos programas estrella de apellidos vascos y chorradas por el estilo. La querencia de los orígenes. El tirón de los viejos buenos tiempos de Sabino Arana Goiri y de José Antonio Aguirre Lecube, que tantas alegrías nos depararon.
JON JUARISTI – EL MUNDO – 13/12/15