Bolardos

RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 29/07/17

· El policía Pedro, en la frontera de Melilla, cumplió con su deber. No de la manera más ortodoxa, pero sí de la más efectiva. No se lo pensó, cogió lo primero que tenía a mano, un bolardo de plástico de los que se utilizan para reconducir el tráfico, y neutralizó la amenaza, como se diría cursimente en argot policial. Vamos, que resolvió el problema de un bolardazo. Sin daños colaterales.

He oído comentarios negativos sobre la imagen que da la Policía española en el vídeo sobre el suceso que el ministro Zoido se apresuró a difundir, uno de los vídeos informativos más vistos del año (más de 100.000 reproducciones sólo en nuestra web). La acción no es de manual pero el resultado es sobresaliente. La amenaza, con la que está cayendo, no era pequeña: un hombre con un cuchillo de 25 centímetros que gritaba «Alá es grande».

Por comparar, el mes pasado un yihadista atacó a un gendarme con un martillo ante Notre Dame y fue abatido de un disparo mientras cientos de personas eran retenidas en la Catedral. Y qué hubiera sido del joven marroquí de la frontera si el cuchillo jamonero se lo hubiera sacado a policías norteamericanos. El control en el efecto acción-reacción es clave en una actuación policial. El policía Pedro lo tuvo.

Ayer la Generalitat anunció que va a llevar ante el juzgado a la Guardia Civil porque, como policía judicial, está investigando a miembros de su Gobierno. La Justicia estaba esperando que se le diera pie, y se lo dio un juez, el ex senador y padre de la constitución catalana Santiago Vidal. Se puso farruco y alardeó de que había una partida oculta de 400 millones para organizar el referéndum y de que con los datos fiscales de los que disponían se podía elaborar un censo. Vidal mostró el cuchillo y la Policía se dispone a neutralizar la amenaza.

Asusta ahora oír hablar de sedición, suena fuerte, pero este y otros delitos ya estaban sobre la mesa. Concretamente la Fiscalía puso en alerta, en noviembre de 2015, a las fuerzas de seguridad del Estado ante los posibles delitos que se pudieran cometer en el proceso independentista, e incluyó los de sedición y rebelión. Entre 10 y 15 años de cárcel en el primer caso, entre 25 y 30 en el segundo. La Generalitat habla de intimidación y ensalza el coraje de los suyos. Lo que se evidencia en los últimos días es que cuando han empezado a mostrar sus armas, el Estado ha sacado las suyas. De momento, no son más que bolardos, pero si la amenaza sigue creciendo no van a ser suficientes para neutralizarla.

RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 29/07/17