TONIA ETXARRI-El Correo
Si el pasado es el estado de alarma y el futuro la vacunación, según Pedro Sánchez, ¿dónde está el presente? En el camuflaje del Gobierno ante las dificultades. En los 32 meses que le quedan en La Moncloa para seguir buscando culpables y sacudirse cualquier responsabilidad, mientras espera que los tribunales le resuelvan el caos jurídico en el que ha sumido a las comunidades autónomas, sin estado de alarma y sin alternativa.
Se le van abriendo los frentes a Pedro Sánchez, después de su cuestionada gestión de la pandemia, del varapalo electoral que sufrió su partido en las elecciones de Madrid y de su negativa a ofrecer un plan alternativo al estado de alarma. Ha conseguido hartar incluso a sus socios de legislatura. En el Senado y en el Congreso. Por su dejación y su negligencia. Pero el inquilino de La Moncloa sigue aferrado a dejar hacer, a encomendarse a la suerte para que, si la vacunación y la gestión de fondos europeos funcionan, pueda seguir como presidente hasta el último día de sus sueños.
No queda ni un poso de aquel compromiso de Carmen Calvo que adquirió hoy hace un año frente al Senado: un plan alternativo cuando decayera el estado de alarma. Un mes antes, el 6 de abril de 2020, el PP de Casado había empezado a hablar de un plan ‘B’. Lo reclamó quince veces públicamente. Y ante la inacción del Gobierno, presentó su iniciativa en el Senado en noviembre y, en forma de proposición de ley en el Congreso el pasado mes de abril. Pero no se le hizo ni caso.
Después del ‘shock’ electoral en Madrid, el Gobierno de Sánchez sigue aferrado al inmovilismo complaciente. Ha fracasado desde el poder legislativo. Porque no ha sido capaz de aprobar leyes nuevas que se adapten a necesidades como la pandemia que estamos padeciendo. Sostiene el PNV que el Gobierno se ha negado a prorrogar el estado de alarma por razones económicas. Con la movilidad restringida, el peso del turismo habría quedado todavía más reducido. El caso es que, sin movimientos restringidos, el Reino Unido ha vetado a España como destino turístico. Y a la ministra de Exteriores, González Laya, no se le ha ocurrido otra cosa mejor que echar la culpa de ese veto a la presidenta de la comunidad de Madrid. ¿No habíamos quedado en que es la libertad de movimientos (la que concede Díaz Ayuso) el factor que atrae al turismo? Admite la oposición que el Gobierno no está dando ni una. Serán los nervios. El Ejecutivo se desdice, en cuestión de horas, sobre los posibles cambios legales. Su invitación a que las autonomías pidan estados de alarma a la carta ha sonado a excusas de mal pagador.
Cinco altos cargos del área económica han abandonado el Gobierno en un mes. Y se acaban de dar cuenta de que el ‘antisanchismo’ es ya un factor aglutinador del voto transversal. Pero no se vislumbran signos de corrección. Si la ley de pandemias la hubiera propuesto un partido diferente del PP, ¿Sánchez la habría aceptado o su enrocamiento le impide escuchar a todo aquel que discrepe?