Tenía que llegar Pedro Sánchez a la cúpula del PSOE para que el Partido Socialista de Madrid volviera a ser la Federación Socialista Madrileña, la que se enfrentaba a Joaquín Leguina con José Acosta como ariete, un tipo que acabó imputado y condenado en el asunto de las tarjetas black. Hay una diferencia: aquellas querellas intestinas las apaciguaba el secretario general, que pedía calma a los guerristas del Hotel Suecia para defender al mejor candidato que tuvo nunca el PSOE para presidir la Comunidad de Madrid. Ahora es Pedro Sánchez quien azuza el enfrentamiento y sus Lastras y Ábalos quienes quieren echar a Joaquín Leguina del partido. Seguramente este par de indocumentados no sabe que él fue el primer presidente de la Comunidad de Madrid, que lo fue durante tres legislaturas, 12 años seguidos, el único del PSOE. Perdió las elecciones del 95 y luego ya la FSM puso de candidata a Cristina Almeida, excuso decirles.
Nada habría que decir si Leguina y Redondo hubieran pedido el voto para Ayuso, aunque en tal caso lo propio habría sido que ellos mismos le dijeran al partido: Sin empujar, que nos vamos nosotros. No fue tal. La candidata popular giró visita a la Fundación Alma Tecnológica que preside Nicolás Redondo, en cuyo Patronato figura Leguina, y que se dedica a niños discapacitados. Es de comprender que gentes como Lastra y Ábalos no comprendan esta razón. Y es más de comprender aún la sentencia de Joaquín Leguina: “Ahora vamos a tener la culpa Nicolás y yo de la estrepitosa derrota que han sufrido estos imbéciles”.
Nicolás Redondo Terreros es una figura histórica del socialismo español. Su padre, Nicolás Redondo Urbieta, líder de UGT, era el candidato del PSOE en Suresnes 1974 para suceder al viejo Rodolfo Llopis, pero cedió el paso a Felipe González Márquez. No es la primera vez que Redondo tiene un desencuentro con su partido. En 2001 sufrió el ataque de los socialistas vascos por su acuerdo constitucionalista con Jaime Mayor Oreja lo que le valió la acusación de derechista. Llegaron a atacarlo por sus gestiones para traer a su hija Marina, adoptada en Rusia. Conozco bien el caso, porque me encargué de recoger algún centenar firmas de inequívocos militantes de izquierdas, sindicalistas y expresos políticos (estos sí) antifranquistas, suscribiendo un manifiesto redactado por Antonio Muñoz Molina, vivir para ver. Ayer, a la hora de escribir esta columna, los dos ‘malditos’ no habían recibido notificación alguna del partido sobre sus expedientes de expulsión.
Ángel Gabilondo tuvo que ser internado de urgencia en el hospital Ramón y Cajal, donde permaneció 24 horas. Llama la atención que no fueran a visitarlo Pedro Sánchez, Iván Redondo, Adriana Lastra, José Luis Ábalos o Reyes Maroto, la demediada vicepresidenta que pensaba llevar a la Casa de Correos en caso de ganar las elecciones. Por lo visto estaban muy entretenidos redactando el comunicado que daba noticia de que el candidato no iba a recoger su acta de diputado. Ni siquiera la mínima elegancia de dejar que lo explicase él. Cómo puede extrañar que la única visita institucional relevante fuera la de Isabel Díaz Ayuso y cómo no comprender a la luz de este candil los resultados del martes, la estrepitosa derrota de estos imbéciles.